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 lunes, 20 de septiembre de 2004

Los vaivenes de las mentes brillantes
"La prueba" se presentó en dos funciones en teatro Broadway
La puesta de Carlos Rivas tuvo momentos interesantes y buenas actuaciones pero falló en un final poco original

Pedro Squillaci / La Capital

Tener una mente brillante puede derivar en consecuencias poco gratas. Un matemático, por querer mostrar lo mejor de sí, desembocó en la locura. Su hija Cathy, por ocultar su talento, quedó opacada en su oscuridad. "La prueba", la multipremiada obra de David Auburn, reflejó el encuentro entre estos dos mundos familiares, con afinidades y confrontaciones, como toda relación en la que hay un vínculo sanguíneo de por medio. El acierto de la puesta de Carlos Rivas fue apostar a un relato no lineal y lograr brillantes actuaciones del elenco integrado por Osvaldo Santoro, Gabriela Toscano, Pablo Rago y Carola Reyna. El punto bajo fue que la historia no alcanzó un pico de dramatismo acorde a lo esperado, y se diluyó en matices sin explorar, quizá con cierto aire pretencioso, que terminó debilitando el resultado final.

Cathy (Toscano) es una mujer atormentada. Vive a la sombra de un padre que logró revolucionar las matemáticas mientras estuvo en su sano juicio, pero cuando lo abordó la locura no tuvo retorno. Cathy lo cuidó a sol y a sombra durante años, pero no pudo evitar su muerte.

Cuando esto ocurre, llegará su hermana Claire (Reyna) con el firme objetivo de vender la casa en la que su padre vivió con Cathy, e irse con ella a Nueva York. Pragmática a ultranza, Claire no tiene tiempo para los afectos. La capacidad que le falta para abrazar a un ser querido la tiene de sobra para borrar una tonelada de sentimientos de un plumazo.

En la historia aparece Harold Dobbs (Rago), un torpe pero lúcido discípulo del matemático, que está interesado por estudiar los garabatos que dejó escritos antes de su muerte. En el afán de descubrir algún texto iluminado se topa sentimentalmente con Cathy, quien logra salir de su ostracismo y se abre a una relación amorosa.

El momento más importante se da cuando Cathy confiesa algo inesperado. Y tiene que ver con su padre, casi como un karma en su vida. Uno de los cuadernos de la casa, guardado celosamente en un armario, contenía un teorema sobre números primos largamente investigado por los matemáticas. Claire y Harold deducen que el autor no puede ser otro que el genio de la casa. Pero Cathy confiesa que es obra suya. El cierre de ese acto, bien logrado, con un sonido seco y un apagón de luces, desencadenó en un entreacto de diez minutos. Vino bien para hacer más llevadera una obra extensa de dos horas y media, pero conllevó al error de acumular una expectativa que no fue cubierta.

La segunda parte fue interesante sólo al volver el tiempo atrás en una escena en que se descubre la falta de raciocinio del personaje de Santoro. Es más, ese momento, en que padre e hija luchan contra la locura omnipresente fue de lo más alto de la puesta. Pero lo que vino careció de la fuerza suficiente para un desenlace que quede a la altura de los acontecimientos.

El amor de la pareja protagónica sorteó la presión de Claire, que quería llevar a su hermana a Nueva York, y Cathy eligió reconciliarse con las matemáticas. Un final demasiado rosa para una obra que pedía un poco más.

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Gabriela Toscano y Pablo Rago, una sólida pareja protagónica.

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