| sábado, 05 de junio de 2004 | Opinión: En un clásico, todo puede suceder Alejandro Cachari / Ovación Guillermo Coria cumplió con las proyecciones. Es candidato a ganar Roland Garros desde el mismo momento en que perdió la semifinal del año pasado frente al por entonces poco conocido holandés Martin Verkerk. Gastón Gaudio es el gran batacazo. Pero no es sorpresa por su calidad de juego, sino por la endeblez anímica que lo llevó a transformarse en un jugador de escaso temperamento con un talento enorme. Una especie de reencarnación de su entrenador, el zurdo Franco Davin.
Guillermo desandó su camino casi sin perturbaciones. Ganó todos sus partidos en tres sets, derrotó al español Carlos Moyá en la tan anunciada final anticipada y sufrió un poco más de lo previsto contra Henman.
Resolvió con sencillez casi todo, salvo el impacto inicial de afrontar una semifinal.
El torneo fue cumpliendo con sus parámetros. No fue sorpresa la eliminación de Federer y menos aún a manos de Guga Kuerten. Tampoco la salida de Roddick, que parece luchar contra los molinos de viento cada vez que pisa una cancha de polvo de ladrillo. La lesión pudo más que el implacable Juan Carlos Ferrero y allí el segundo Grand Slam del año se transformó en una cuestión entre argentinos y brasileño. Desde la finalización de los octavos de final, el torneo tenía una definición casi prevista: Kuerten con el ganador de Coria-Moyá.
¿Y Gaudio? Por entonces no estaba en los planes de casi nadie. Es más, el crédito lo adquirió recién ayer, tras derrotar ampliamente a Nalbandian.
Su endeble temperamento, que parece haberse tomado un respiro, no permitía incluirlo entre los candidatos. Desde la calidad de su juego nadie hubiera dudado de sus chances si su cabeza funcionara como las de Coria y Nalbandian.
Pero Gastón mostró, por sexta vez en el torneo, que tiene las armas para pelearle de igual a igual a los fantasmas. Y una vez comprobada la inexistencia de ellos, ganar con autoridad y mucha jerarquía.
Existe un dato que no es menor. Libró dos grandes batallas contra Guillermo Cañas y Jiri Novak que lo fortalecieron, se sacó de encima a Thomas Enqvist y al ruso Igor Andreev, vencedor de Ferrero. Apabulló a Hewitt y eliminó con amplitud a Nalbandian. ¿Por qué el detalle? Porque no jugó con ningún tenista netamente capacitado para el polvo de ladrillo. O al menos superiores a él en ese rubro.
Es apenas un dato, pero no debería ser soslayado. De hecho, el favorito es Guillermo Coria. Claro que es un clásico. Y en los clásicos, todo puede pasar. enviar nota por e-mail | | |