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 domingo, 11 de abril de 2004

Piel, espejo de emociones

Así como cuando uno se siente feliz, la piel rejuvenece y se ilumina, cuando se sienten emociones negativas pareciera que se resiente y se torna opaca. La angustia, la timidez, la desilusión, entre otras, pueden ser las responsables de una serie de problemas cutáneos.

El mundo exterior entra a través de la piel. Permite percibir la temperatura, la textura de los objetos y el calor de otra persona. Y eso es porque billones de terminales nerviosas y fibras que están en la superficie le transmiten al cerebro las sensaciones de frío, calor, dolor y placer. La conexión entre la piel y el cerebro explica la relación que hay entre diversos estados de ánimo y sus correspondientes manifestaciones cutáneas.

Muchas veces es tan evidente que cualquiera puede notarlo: ponerse roja de rabia o de vergüenza, sudar como respuesta al miedo, palidecer ante un susto o erizarse con una caricia. La piel está tan íntimamente ligada a la psiquis, que los problemas emocionales y el estrés son capaces de desencadenar manchas, acné, dermatitis, urticaria e, incluso, vitiligo y soriasis, por citar algunas de las manifestaciones.

El acné puede estar relacionado con las alteraciones hormonales o con efectos psicológicos profundos, por eso es fundamental aprender a dominar las emociones. La práctica de alguna actividad física puede ayudar a aliviar tensiones, elevar la autoestima y liberar sustancias que mejoran la piel. Pero hay otras formas de evitar que los sentimientos acaben entrando por los poros. Entre ellas, la medicina china y la homeopatía asocian las alteraciones a factores emocionales.



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