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 sábado, 03 de abril de 2004

Editorial
La movilización por la inseguridad

Después de los cacerolazos que contribuyeron a la caída de Fernando de la Rúa en diciembre de 2001, la movilización del jueves al Congreso de la Nación y a la Casa de Gobierno fue la más multitudinaria y emotiva que vivió el país en muchos años.

Miles y miles de gargantas argentinas, a las que se sumaron otras por todos los rincones del país, reclamaron el fin de la impunidad y la elevación de las penas a los delincuentes, entre otras medidas para intentar frenar la creciente inseguridad que agobia a toda la Nación.

Organizada por los padres del Axel Blumberg, el chico secuestrado y asesinado, la movilización popular seguramente marcará un antes y un después en el delicado tema de la inseguridad. El terrible caso de Axel fue la gota que rebalsó el vaso y que levantó a toda la sociedad argentina hacia un reclamo común ante sus autoridades: el fin de la impunidad, la lucha contra el delito, mayor severidad en las penas y la depuración de las fuerzas de seguridad muchas veces sospechadas de complicidad con la delincuencia.

Como siempre ocurre en la Argentina, las modificaciones que la sociedad reclama se producen ante un caso detonante. Así sucedió con el crimen del soldado Omar Carrasco, asesinado dentro de un cuartel, y el fin del servicio militar obligatorio. Ahora, la suerte de este chico bonaerense fue el disparador para que la gente diga basta y para que los funcionarios tomen el tema de la seguridad como prioritario.

La tarea, se sabe, no será sencilla. Es que en el intrincado problema del delito confluyen una serie de factores. Las causas de la inseguridad no derivan únicamente de las penas a los delincuentes sino de una multiplicidad de situaciones, tanto sociales como institucionales. Un país que durante décadas expulsó del mercado laboral a una gran parte de la población y, por otra parte, no adoptó medidas enérgicas para contrarrestar la corrupción en las fuerzas de seguridad, no puede pretender que la seguridad en sus calles se asemejen a las de Suiza. El problema de la inseguridad ya explotó y sólo podrá ser combatido con políticas acertadas y enérgicas.

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