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 sábado, 03 de abril de 2004

Reflexiones
Cambiar o no cambiar

Roberto Hyon (*)

Una sociedad organizada, normal, funciona sobre la base de la solidez de sus instituciones. La sociedad argentina desde hace mucho tiempo no funciona, esencialmente por el deterioro de esas instituciones que -normalmente- le tendrían que servir de sustento. ¿Y por qué están deterioradas y sumidas en el mayor de los desprestigios? Porque en los últimos largos años fueron utilizadas como verdaderas guaridas de los más nefastos intereses. Así ocurrió con las instituciones armadas de la patria, con las instituciones políticas, con los partidos, con las organizaciones sindicales, con los cuerpos legislativos y hasta con la Justicia, por nombrar a las que consideramos columnas de la organización republicana.

Estos intereses facciosos se apropiaron de las instituciones y no trepidaron en caer en actos delincuenciales y hasta criminales para sostenerse. Siempre, a la hora de rendir cuentas, hicieron prevalecer el sentido corporativo y, en un macabro pacto, se mimetizaron detrás de cada institución.

Gobernar en la Argentina en este último largo tiempo implicó transar con los intereses corporativos, que conforman verdaderos grupos de presión en defensa de los intereses de las cúpulas que dominaban el interior de las instituciones. Está claro: así en ningún lugar del mundo funciona la democracia ya que esa lógica se convierte en una absoluta falacia.

El presidente Kirchner fue absolutamente claro cuando asumió el gobierno de la Nación al asegurar que en absoluto iba a transar con los intereses corporativos. Y uno de sus primeros gestos políticos, en tal sentido, fue su respuesta a los integrantes de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, quienes

-según él mismo lo dijo- intentaron chantajearlo.

La continuidad de su política ha sido y es transparente respecto de la Corte, combatiendo a los intereses facciosos que anidaban en su seno, ayudando en sus posibilidades a la recuperación del prestigio tan necesario en la vida republicana del más alto tribunal de Justicia de la Nación.

En este andarivel está inscripto lo que ocurrió el 24 de marzo. Se trata de recuperar el prestigio de una de las instituciones esenciales de la vida nacional, que no debió ser nunca convertida en una guarida de asesinos. Había que desenmascarar definitivamente a aquellos que utilizaron el prestigio de la gloriosa institución sanmartiniana para convertirla en guardia pretoriana de los infames intereses que destruyeron a la Nación.

Hay que ver en estos gestos no un ataque sino la defensa de las instituciones de la República. Se debe separar la paja del trigo en todos los sentidos. Porque unos, desde el privilegio de las minorías, no trepidaron en utilizarlas en razón de sus mezquinos intereses y lograron lo que lograron; mientras otros, desde el anarquismo, a caballo de ese desprestigio, creen posible la viabilidad de sus proyectos delirantes.

Lo mismo pasa y ha de pasar con las demás instituciones de la República. En el caso de los partidos políticos, cierta dirigencia no puede pretender que se crea que aquí no ha pasado nada, que ellos no tienen ninguna responsabilidad con lo que sucedió en la Argentina en los últimos años.

La organización política es vital para el funcionamiento de la democracia política, pero es evidente que esa democracia fue una ficción, una mera formalidad. Y esto se dio precisamente por las metodologías imperantes en el seno de los partidos que tuvieron acceso al poder, metodologías plagadas de prácticas clientelares con menosprecio total al sentido ideológico doctrinario, ético y moral, que debe ser la quintaesencia de la acción política.

¿Para qué puede servirle a la comunidad la organización política que sólo se comporta como una verdadera agencia de colocaciones?, ¿o que sólo sirve para defender intereses corporativos, de una dirigencia que está allí en aras sólo de intereses personales? ¿Acaso desde estas instituciones se están formando los dirigentes que conducirán los destinos de la comunidad? ¿Acaso allí se está incubando el debate por la grave problemática social, se están generando los proyectos que tiendan a la solución de los problemas? No vemos que eso esté ocurriendo, de modo que ciertos dirigentes no deben sentirse agredidos cuando no se los tiene en cuenta y reaccionan corporativamente como lo han hecho. Queriendo seguir en el candelero, sin ningún costo, sin ninguna autocrítica de su pasado reciente. Sin ningún cambio en su accionar actual.

Está claro -al menos para gran parte de la ciudadanía- que aquí se ha comenzado a gobernar, ejerciendo el poder concedido, en el mejor sentido de la lógica democrática. Tratando que las instituciones armadas, que estuvieron al servicio de cierto grupo militar, sirvan a la Nación como corresponde. Las instituciones legislativas -al servicio de diputados o senadores- estén sirviendo a sus representados. Las instituciones gremiales -al servicio de la dirigencia gremial y no al de sus afiliados. Las instituciones políticas (partidos) al servicio de los políticos y no al servicio de la ciudadanía. Esta es la cuestión que se quiere revertir.

En los últimos tiempos se vio cómo el gobierno formaba parte de los intereses de la complicidad corporativa (dictadura), o era el gobierno de la negociación permanente con esos intereses (alfonsinismo), y así les fue. O posteriormente, donde se gobernó para los intereses de la complicidad corporativa (menemismo).

Esta es una cuestión en la que se ha tomado la firme resolución de cambiar. El presidente ha sido claro en este sentido de no transar con los intereses de la complicidad corporativa. Su intención es cambiar y lo está demostrando en los hechos. Dijo no dejar sus ideales, sus principios, en la escalinata de entrada de la Casa Rosada; dijo no venir a apoltronarse en los sillones del poder por pura frivolidad tan sólo para durar y menos a gobernar para los intereses que destruyeron el país. Vino a ejercer el poder conferido por la ciudadanía para cambiar la Argentina de la trágica situación en la que está por el derrumbe de las instituciones. La lucha en contra de las camarillas que se apropiaron del poder está decidida; éstas se han de resistir, como lo están haciendo. Muchos dirán que estos no son los problemas principales del país. Se equivocan, esta es una cuestión prioritaria. Se trata nada más y nada menos que la discusión por el poder político, donde se anida la voluntad o no del cambio. En consecuencia, la voluntad o no de resolver los problemas de la Argentina profunda. El dilema argentino es cambiar o no cambiar, esa es la cuestión.

(*) Militante peronista. Sobreviviente del

campo de concentración La Calamita.

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