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 miércoles, 10 de marzo de 2004

La muerte de Juan Castro

"La televisión es una basura...", se escucha incesantemente afirmar por estos días, cuando la pantalla chica refleja los desaciertos de algunos noteros y conductores ante la muerte de Juan Castro. Es lógico sentirse mal, ofendido, molesto y encolerizado ante la presencia de la basura, sobre todo cuando es humana. Pero no es lógico creer que la basura convierte a "todo" en basura: que Jorge Rial (y su programa) sea una basura, no significa que "la televisión" sea una basura. Significa que Jorge Rial es una basura, o en todo caso que los temas que él toca los convierte en basura. Allá él y quien lo sintoniza para luego lamentarse. Claro que si profundizamos, solo un poquito, veríamos que la basura rodea, forma parte, es inherente a la raza humana. La historia en general, y la Argentina en particular, así lo acreditan. Sin ir más lejos, el Proceso de Reorganización Nacional que atravesó la sociedad argentina entre 1976 y 1983, aún reconoce muchos entusiastas adeptos. ¿Sería un exabrupto calificar de basura a la gente del Proceso? ¿Si existen ellos, por qué no habrían de existir entonces los Rial y sus consecuentes televidentes? Mostrar la basura no convierte al medio, a "la televisión", en basura. Solo la hace un vehículo que favorece la llegada al televidente: el que quiere comer o ser adepto a la basura, que consuma basura. Por supuesto que siempre, más allá de la basura, existe la dignidad. Cambiar de canal es maravilloso.

Lalo Puccio

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