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 sábado, 06 de marzo de 2004

Marzo: el mes en que se renuevan las ganas por aprender
Con la misma fuerza que se habla de los malos salarios docentes, también se reclama por los chicos que no ingresan al sistema

Marcela Isaías / La Capital

Malos salarios docentes, aulas superpobladas, planes de estudio que no responden a lo que se dice en los discursos, universitarios a punto de recibirse y que de antemano saben que tendrán dificultades para ejercer la profesión elegida y, por si fuera poco, medio millón de adolescentes fuera del proceso educativo. El panorama no es alentador y se repite en cada comienzo del ciclo escolar. Sin embargo, con la misma fuerza y para la misma época se renueva el contrato con las ganas de estudiar. Entonces, ¿por qué estudiar hoy? Fernando dice que es "para ser alguien en la vida", Mariano "porque es una exigencia profesional y una satisfacción personal" y Pablo "porque hoy no se puede dejar de estudiar, simplemente es una necesidad". Mientras, una mirada experta apunta al límite mismo entre la inclusión y la exclusión social que indican las posibilidades de estudio (ver aparte).

Pablo Favarel tiene 20 años y en pocos días comenzará el tercer año de Derecho en la facultad de la Universidad Católica Argentina. "Siempre tuve como meta ser un profesional, sabía que para trabajar primero debía contar con un título", cuenta cuando se le pregunta por qué se volcó a una carrera universitaria.

Claro que en la elección, confiesa, también influyó el consejo de su padre. "En realidad me gustaba ser periodista deportivo, aunque también abogado, fue mi papá el que me orientó a esta última carrera". Y confiesa que la carrera "superó mis expectativas". Para poder pagarse los gastos que demanda permanecer en una universidad privada Pablo trabaja cuatro horas diarias.

A la pregunta acerca de si, una vez egresado, seguirá estudiando, no duda en responder que especializarse es una necesidad, porque hoy no se puede dejar de estudiar.

A la opinión de Pablo se suma la de Fernando Bengochea. Recién cumplió los 17 años y el 15 de marzo comenzará el último año del polimodal en el Colegio San José. Ya está decidido a estudiar Derecho y Letras. "Quiero ser abogado y escritor", dice muy convencido de lo que le gusta hacer. Tanto que confiesa no temer por cursar dos carreras de manera simultánea.

Fernando es directo en sus definiciones sobre por qué estudia: "Para hacer algo en la vida". Y ese "hacer algo" para el alumno del San José se resume en el estudio. "Nunca dudé que seguiría estudiando, lo veo como un paso natural y una necesidad de formarse en una profesión".

Al tiempo que elige a Tolkien como su autor preferido del momento, se muestra crítico con los cambios implementados en el polimodal: "El bachiller era mejor que el polimodal, había más materias y se sabía a dónde apuntaban. Ahora se dictan otras, de nombres largos pero que no está en claro para dónde miran".


Los extremos
Mariano Drzazga tiene 29 años, es ingeniero electrónico y este año empieza a cursar la tesis de un posgrado. "Los motivos para estudiar en este nivel son varios; en primer lugar, porque es una exigencia profesional. Antes con un título de grado era suficiente para desarrollarse en la profesión elegida, ahora se necesita más especialización", reflexiona.

Pero, además, sabe que contar con un posgrado -en este caso es una especialización en gestión empresaria- lo posiciona mejor a la hora de conseguir un empleo. "Lo que elegí es, además, un complemento a la ingeniería que cursé, ya que se trata de una carrera muy técnica, pero que se vincula mucho con el mundo de los negocios, algo para lo que no estaba especializado".

Mariano dice que estudiar no significa para él un esfuerzo; es más, agrega que en todo caso le resulta "gratificante" hacerlo. "Se trata de una cuestión de superación personal, de seguir conectado con los estudios", insiste el joven ingeniero.

La realidad no corre siempre por el lado de Pablo, Fernando o Mariano. Ubicados en el otro extremo, basta recordar las cifras reconocidas por el Ministerio de Educación de la Nación que hablan de "medio millón de adolescentes que tienen entre 12 y 17 años que están afuera de la escuela".

El círculo que empezarán a transitar estos niños y niñas de no incorporarse al sistema educativo, es predecible: el mismo que retiene ahora a miles de argentinos en la pobreza y marginación.


Trabajar o estudiar
Mónica es tímida. Tiene 14 años y es una de las adolescentes con riesgo de perder su oportunidad de estudio. En este ciclo debería empezar a cursar el 9º año de la EGB; el último tramo de la etapa obligatoria según lo marca la ley federal de educación. Sin embargo, Mónica duda si podrá terminar. Sus hermanos y su situación la empujan a trabajar -de hecho lo hace desde su niñez- en lo que se pueda para aportar a su hogar.

De pocas palabras, prefiere no extenderse en el tema y en todo caso dejar que su testimonio hable por los cientos de niñas y adolescentes que viven la misma situación. De todos modos, cuando se le pregunta cuál sería su actitud si pudiera elegir entre el estudio y el trabajo, desvía su mirada, toma aire y no tarda en responder que quisiera seguir en la escuela.

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"Hacer o ser alguién en la vida", motivos que se mencionan al responder por qué cursar una carrera.

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