 | lunes, 06 de octubre de 2003 | Córdoba ganaba cómodo pero al final pasó un susto Se imponía por 4 a 1, pero Laferrere reaccionó. Fue 5 a 4 Elbio Evangeliste / Ovación En el fútbol, con criterio o no, suele decirse que se puede pasar de héroe a villano en 90 minutos. Mucho menos tiempo es que el tuvieron los jugadores de Central Córdoba para reafirmar esta posición. Porque de haber empatado ante Laferrere las caras largas y, porqué no, los insultos, hubieran ganado la escena. Una vez sellado el 5 a 4 todo fue alegría, pero en el aire del Gabino Sosa quedó flotando la idea de que los errores cometidos no pueden repetirse. Errores que se evidenciaron en la falta de definición, pero que, de mitad de cancha hacia atrás, justificaron el susto.
Córdoba no debió sufrir tanto. Pero así pasó. Porque más allá del inesperado gol de Diego Fernández, quien se aprovechó de la lentitud de Oliva y Aira, a los charrúas les alcanzó con apenas diez minutos de inspiración para justificar la victoria.
La precisa pegada de Petrovelli, la exquisita definición de Cela Ruggieri y la fenomenal corrida y posterior resolución de Marinelli bastaron para que Laferrere sintiera que la posibilidad de rescatar al menos un punto del Gabino sonara a utópica.
Tranquilidad en Tablada. Un entretiempo que, bien acompañado por los choripanes del mediodía, sirvió para que la mayoría de los hinchas pudieran levantar apuestas acerca de los goles de diferencia por los que iba a ganar el charrúa.
¿Para tanto? Sí, para tanto. ¿Qué dudas podían caber si encima al minuto del segundo tiempo Vella estiró a tres la diferencia? Ninguna. Pero porque este Central Córdoba no es demasiado confiable pasó lo que pasó.
Si no, qué respuesta se le puede encontrar a la inmersión en los groseros errores, especialmente en el fondo del equipo de Santángelo. A tal punto que Laferrere, con una pila casi infinita de limitaciones, pareció un equipo de primera línea. Rozich, de penal, y otra vez Fernández le pusieron pimienta a un partido, a esa altura, de final incierto.
Oliva fue el encargado de acercar algo de oxígeno luego de convertir el penal dudoso que Sugliani cobró por infracción de Lobos sobre Farré, pero la tónica del partido siguió siendo la misma. Porque la definición pudo haber llegado mucho antes -la más clara fue la que desperdició Guffanti por morfón-, pero como el medio seguía acéfalo y atrás persistían las dudas, la tranquilidad esperaba el pitazo final. Bien pensado por los hinchas, ya que Fernández puso a los verdiblancos nuevamente a Tiro al conectar el centro de Bustos.
Y el pitazo llegó. Y recién allí el pueblo charrúa pudo respirar tranquilo. Con la victoria consumada, la puesta en escena del equipo fue tomada con seriedad por algunos y a manera de broma por otros. Santángelo y sus hombres sabrán que el análisis debe partir desde lo primero. Ayer terminaron siendo héroes. Otro día tal vez queden transitando la vereda de los villanos. enviar nota por e-mail | | Fotos | | Cela Ruggeri dedica su "joyita" al pueblo charrúa. | | |