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 domingo, 10 de agosto de 2003

"Según pasan los años": Una respuesta a la vida misma
Cuentos. "Según pasan los años". Leticia Manauta. Libris, Buenos Aires, 2003. 128 páginas

Orlando Verna / La Capital

"La lectura me abrió la puerta para ir a jugar", dice casi en forma de confesión Leticia Manauta. Una diversión que, como todas y con el paso del tiempo, se convirtió no solo en una costumbre sino también en un final, terrible, como la vida misma. Es que la autora de "Según pasan los años" recrea los sentimientos más puros del hombre y la mujer, si bien en la mayoría de los relatos la muerte asoma inexpugnable.

En verdad los cuentos compilados en este libro tienen una extensión temporal que va desde 1984 hasta la actualidad, momento de éxtasis en que Manauta consiguió por fin publicar su primer obra. Y aunque el dato no parece menor, sería casi imposible decir a ciencia cierta de qué época provienen unos u otros cuentos. Esto no significa descartar un gran crecimiento de Manauta a la hora de expresar y expresarse, más bien ayuda a una regularidad en la calidad de los textos, sin perjuicio del gusto de los lectores por las situaciones tanto románticas como fatales.

Sin duda que se destaca el cuento que le da el título a la obra. "Según pasan los años" tiene una particularidad: juega elípticamente con el tiempo al punto que el lector nunca sabe verdaderamente cuándo se desarrollan los acontecimientos. Con una utilización extremadamente racionalizada de los verbos, el relato consigue atrapar sin confundir.

Otro de los cuentos que sobresale es "Invierno en Buenos Aires", por la acabada descripción de la dicotomía entre el frío austral y los placeres carnales. Le sigue "La chica de Río", según dijo la autora, un corolario de su alma viajera. Allí también las apetencias sexuales se mezclan con la inoportuna llegada de la pasión descontrolada.

Aunque quizás uno de los cuentos mejores logrados sea "Redes". La simbiosis cultural de la bisagra entre los siglos XX y XXI sirve de contexto para desandar los avatares de una mujer musulmana, su hijo y su relación con Occidente. Demás está decir que el final es atronador. Pero, paradójicamente, Manauta consigue teñir de amor, entrega y religión a una persona alejada de sus allegados.

Así, paso a paso, la autora dispone de un buen arsenal de argumentos y momentos apropiados de su vida para emocionar con amores, relaciones sanguinarias, dictaduras, playas, disfraces y hasta peligrosas pasiones propias de pasar por la Tierra con la sensibilidad de alguien que entiende que escribir es una necesidad. Como la de jugar cuando niños, como la de amar cuando grandes, como morir cuando esa es la respuesta a la vida.



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