| sábado, 09 de agosto de 2003 | "Sin inversión no hay biotecnología local" Conclusiones de la jornada sobre nuevas tecnologías en la Bolsa de Cereales Alejandro Mentaberry, investigador del Conicet, instó a reestructurar el sistema de ciencia y tecnología ¿Puede la Argentina convertirse en un jugador importante del negocio de la biotecnología? Para el científico Alejandro Mentaberry, del Conicet, la respuesta parte de un diagnóstico crítico: "En el país predomina un pensamiento mágico que dice que se pueden ganar billones sin invertir y si se quiere ganar dinero con la biotecnología lo primero que tienen que hacer los sectores público y privado es, al menos, triplicar la inversión en investigación científica, empezando por no pagar sueldos de miseria a los investigadores".
Mentaberry, uno de los más prestigiosos científicos del país, ofició de abogado del diablo durante la jornada sobre los nuevos desafíos de la biotecnología que se desarrolló esta semana en la Bolsa de Cereales de Buenos Aires. En ese encuentro, funcionarios y empresarios relacionados con la cadena granaria debatieron sobre cómo subirse al tren de las nuevas tecnologías que actualmente lideran el crecimiento económico a nivel mundial.
Nuevas tecnologías que, en realidad, no lo son tanto. A juicio de Mentaberry, la "biología molecular es una tecnología ya madura". Lo que ocurre es que en los últimos cuatro años "está viviendo una revolución dentro de una revolución que ocurrió hace mucho tiempo".
De las primeras experiencias de transgénesis que derivaron en la obtención de plantas con resistencia a plagas o a herbicidas, lo nuevo en este campo pasa ahora por los proyectos genoma, que permiten la creación de verdaderos bancos de genes, la proteómica y la bioinformática, que permite "simular in silico" el código de la vida, entre otras cosas.
"Se produjo en esta nueva revolución una matematización de la ciencia biológica, convirtiéndola en una ciencia dura, el objeto de estudio ya no pasa por lo microcelular sino por lo metabólico, por tecnologías holísticas que se focalizan en el sistema, por ejemplo, cómo interactúan dos moléculas en el tiempo", explicó.
Según Mentaberry, el desarrollo de proyectos genómicos (que entre otras cosas permitió descifrar el mapa genético del ser humano) cambió el paradigma de la ciencia ya que permitió obtener "una cantidad enorme de resultados", al crear verdaderos catálogos de elementos biológicos.
Un tren imparable Pero para aprovechar estos conocimientos se requieren "herramientas más caras y sofisticadas que además son crecientemente descartables". El trabajo en el laboratorio cambió: "Hoy se trabaja con ejercicios de simulación a través de células virtuales, la base es la acumulación de datos en serie, la ciencia artesanal dejó lugar a megacentros gigantescos en los que se compite con verdaderos ejércitos industriales".
En este escenario, explicó, la tecnología adquiere "un valor crítico", lo cual "es un problema para la Argentina porque en un terreno donde no avanzar es retroceder, mantener el impulso a la investigación requiere otra forma de inversión".
Mentaberry puso el ejemplo del impacto positivo que tuvo en el sector agropecuario la introducción de las sojas resistentes a glifosato y, en menor medida, los maíces Bt. "Lo que ahora vemos éxito en Argentina se reduce a dos genes, no es nada respecto a lo que está haciendo la ciencia ahora en el mundo, que es muchísimo más", resaltó. Pero al mismo tiempo advirtió que este salto se debió a la incorporación de tecnología desarrollada en el exterior. Y concluyó: "Consumir tecnología es buen negocio pero mucho más es producirla".
En este punto, se quejó porque el país adolece de una cultura tecnológica ("En un momento Argentina decidió ser el granero del mundo y ahí se quedó", acicateó) y porque ni el sector público ni el privado están invirtiendo "en la medida de lo necesario".
Pero aclaró que no sólo se trata de invertir tres veces más en ciencia sino de redefinir las estructuras de producción científica en un país "con buenos científicos pero sin ciencia, que lleva a que en el mejor de los casos estemos reproduciendo cerebros para que se vayan al exterior".
Choque de ejércitos Esta reestructuración pasa, según su punto de vista, por promover el trabajo integrado, rearmar redes. "Si la competencia en materia de ciencia pasa ahora por el choque de verdaderos ejércitos industriales, en Argentina se trabaja de forma artesanal y mezquina, donde la producción académica lo es todo". Así como reclamó otra valoración por parte de la sociedad civil respecto de la investigación científica, también reclamó a la comunidad científica "jugar un rol más maduro en la sociedad".
Explicó, por ejemplo, que una de las herramientas de desarollo científico es la propiedad intelectual, materia "en la que hay un déficit de conocimiento muy grande". Señaló que "cuando Bush se reunió con Kirchner le habló sobre las patentes y desgraciadamente acá nadie sabe qué decir sobre esto, los regímenes de propiedad intelectual no son iguales en todo el mundo y en todos lados se utilizan como herramienta de desarrollo".
Mentaberry llamó la atención, además, sobre cierto optimismo sin cortapisas en el impacto de las nuevas tecnologías, apoyado en la Argentina en el impacto que tuvo en el aumento de la producción sojera. "Todas las tecnologías tienen dos caras, ahora vemos la buena pero en cualquier momento podemos ver la mala, algunos ecosistemas son sólidos pero otros no tanto y se tendría que estar formando gente para evaluar, por ejemplo, qué pasará si desarrollamos plantas resistentes al stress hídrico, desplazamos la ganadería a la cordillera y hacemos 100% de agricultura en la región pampeana". enviar nota por e-mail | | Fotos | | Dellacha, Mentaberry, Hopp y Yanovsky. | | |