| miércoles, 06 de agosto de 2003 | Charlas en el Café del Bajo -El problema del país no es solamente económico, Inocencio, es además y básicamente cultural. Creo que es el problema que en definitiva padece el mundo.
-Aclare un poco más la cuestión, Candi.
-Sí, yo creo que el gran mal que padece el hombre de nuestros días es la carencia de una cultura que le permita desarrollar y consolidar valores esenciales. Mire, una de las definiciones que yo le daría a la palabra cultura, entre varias acepciones, es la que dice que un individuo es culto cuando tiene un claro propósito en la vida, ha encontrado el camino para llegar a él y cuenta con los medios necesarios para transitarlo.
-Convendría que dijera cuál es para usted un claro propósito.
-Pues bien, un claro propósito de vida es aquel que contempla por sobre todas las cosas la satisfacción de las necesidades básicas del hombre para poder inmediatamente desarrollarse como tal. La base de toda acción cultural, en mi opinión, es esa. ¿Y cómo se logra eso?
-Eso, ¿cómo se logra?
-Modificando las pautas de conducta para determinar un nuevo tipo de cultura. La humanidad vive hoy subsumida en varios aspectos culturales. Los países del Primer Mundo, esto es las naciones más desarrolladas, viven en la cultura del egoísmo, de la inescrupulosidad, del individualismo absoluto que lleva a sostener y mantener el principio de que para lograr el éxito personal el fin justifica los medios. Es decir, como decíamos en días anteriores: el más fuerte se devora al más débil. En los países subdesarrollados también se vive este fenómeno, pero agravado además por la cultura de la falta de crecimiento intelectual de la masa popular mediante el impedimento de toda acción educativa fructuosa y significativa.
-Eso es cierto, fíjese qué bajo es el coeficiente intelectual de la media de la niñez y juventud argentina. Recientes estudios dan cuenta que aun estudiantes de niveles terciarios tienen dificultad para la comprensión de textos. Y no hablemos, desde luego, de los coeficientes entre los chicos de clases pobres e indigentes.
-Eso se debe en mi opinión a varios factores: primero la falta de una alimentación adecuada en los sectores más empobrecidos y luego la falta de ejercitación de la mente mediante actividades que ayuden a hacerla más ágil y más clara, como la lectura. Pero lo cierto es que mentes esclarecidas y reflexivas que sean el común denominador en la masa popular nada aportan a la cultura del poder, todo lo contrario, porque tales mentes pensantes buscan un propósito, un camino y las herramientas para andarlo.
-Quiere decir entonces que el mundo transcurre nuestros días con el imperio de la cultura del poder. Y esta cultura tiene los siguientes perfiles: egoísmo, inescrupulosidad, asfixia del más débil.
-Podríamos resumirlo en la cultura del desamor. No importa tanto el prójimo como ser que posee dignidad y merece respeto, sino el ser en virtud de los frutos que podemos obtener de él. Los ejemplos en el mundo son vastos: a través del Fondo Monetario Internacional las naciones poderosas, obligan a las más pobres a cumplir con sus compromisos no importa si tal cumplimiento ahoga a los pueblos de las naciones más pobres. Los gobiernos de las naciones subdesarrolladas, por su parte, tienen pocos miramientos y como el compromiso no parecen tenerlo con el pueblo, sino con los factores del poder, sin escrúpulos aplican todas las presiones tributarias y tarifarias habidas y por haber para cumplir, no sólo con los compromisos internacionales, sino con los propios compromisos que todos conocemos (y esto sin abundar en otros detalles).
-¿Qué es lo sucede entonces?
-Sucede que como a nadie le importa lo sustancial que es la educación para una cultura formativa y no deformativa (si se me permite esta expresión), las diversas capas sociales deben arreglárselas como puedan y como en un efecto dominó o una reacción en cadena el más fuerte va sojuzgando al más débil que siempre es, desde luego, el menos ilustrado, el menos inteligente y el menos astuto para sobrevivir en esta selva, pero que casi siempre es, sin ninguna duda, el más bueno.
-¿A costa de quién se indemnizará a los bancos? ¿A costa de quién se indemnizará a las privatizadas en miles de millones de dólares? ¿Y a costa de quién tantas cosas en este país, Candi?
-A costa de nosotros, los hombres y mujeres comunes, que arrastrados por esta cultura egoísta, soberbia e inescrupulosa, vemos como nuestros hijos, más fagocitados aún por distintos motivos que todos conocemos, carecen de un propósito en la vida, de un camino y de las herramientas necesarias para transitarlo. Los poderosos no comprenden, Inocencio, que la muerte los llevará en el eterno viaje a ellos también desnudos.
Candi II
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