Año CXXXVI
 Nº 49.873
Rosario,
domingo  15 de
junio de 2003
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La omnipotencia de un triunfo
La trascendencia del resultado canalla minimiza cualquier otro comentario

Alejandro Cachari / La Capital

Existen dos afirmaciones irrefutables. Dos conceptos que surgen inmediatamente después de un partido trascendente, una especie de punto de inflexión que tenía en los guarismos del partido encerrada una historia bastante particular. Si Central le ganaba, como sucedió, a Nueva Chicago, prácticamente terminaba de construir el último piso de una edificación que llevó un año y en la que estaba en juego su estructura de equipo de primera división. Si perdía, los cimientos, meticulosamente instalados para conformar una base sólida, hubieran sufrido un cimbronazo tan fuerte que hasta bien podría haber puesto en duda todo lo bueno realizado antes. El empate era conveniente pero seguramente hubiera tenido sabor a poco, después se explicará por qué. La segunda aseveración está vinculada a la clara superioridad individual y colectiva que Central tiene y demostró por sobre Nueva Chicago.
Aquella definición casi drástica de triunfo o derrota y sus connotaciones no permite, o en todo caso deja fuera de contexto, cualquier análisis pormenorizado que vaya más allá del resultado. Para Central era tan importante ganarle a Chicago que el 3 a 0 pone en un discreto y hasta insignificante segundo plano cualquier disquisición que se pueda hacer sobre los defectos y virtudes que llevaron a los auriazules a imponerse por esa diferencia en el corazón de Mataderos.
Atrás deben quedar entonces las fallas del arquero Julio Gaona, los desacoples defensivos, la falta de sincronización para tener la pelota -una de las prioridades antes de empezar a jugar- y hasta la distancia que existió entre las líneas en algunos pasajes del partido. Tampoco tiene un ápice de interés remarcar que la pelota pasó mucho más tiempo por arriba que por el piso, en una jornada en la que el viento muchas veces decidió el destino final de la pelota. A esta altura son minucias. Es que Central le dijo adiós a la presión insoportable del descenso directo y quedó con muchísimas posibilidades de despedirse también de la Promoción. 3 a 0 y punto. Demasiado importante como para buscar exigencias en un plantel que las viene padeciendo desde la primera fecha del Apertura.
A un equipo que sale a jugar con el descenso apretándole sus hombros no se le puede exigir demasiado. Sin embargo, este Central de Miguel Angel Russo cosechó hasta aquí en el Clausura, 8 victorias, 6 empates y apenas dos derrotas lógicas. Como si eso no fuera suficiente, y si se salva de la Promoción, tiene prácticamente asegurado un lugar en la Copa Sudamericana y podría ingresar a la Libertadores si Boca es campeón de América. El resultado de anoche y los números auriazules transforman en cháchara cualquier otro comentario.
La otra cuestión es muy sencilla: el contexto del partido evitó que muchos tuvieran en cuenta un dato de la realidad, Central es infinitamente superior individual y colectivamente a Nueva Chicago. Por eso el empate tenía sabor a poco.


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