Con Inti Illimani no hay lugar para las distracciones. Los músicos tocan con sencillez y sin secretos bajo la manga, en formación de quinteto, sexteto, septeto u octeto, según cuadre a la circunstancia. Y siempre suenan precisos, exactos y con economía de alardes. Sin embargo muestran, como en una coreografía estudiada, una constante rotación sobre el escenario en la que intercambian instrumentos. Así, por las manos de todos pasan las congas, los cajones peruanos y el bombo; la flauta traversa, el píccolo y el tiple colombiano o el violín; la bandurria, los charangos, tanto como el bajo, la guitarra, el clarinete y el saxo tenor. El sorprendente despliegue, lejos de aparecer efectista, muestra la gran versatilidad de los artistas a quienes todo les sale bien.
| |