Alejandro Cachari / Ovación
Alberto Mancini posee la enorme ventaja de entrenar a Guillermo Coria. Luli cuenta con la terrible desventaja de ser hoy el responsable de la carrera del Mago de Rufino. A ver. No es sencillo concretar todo lo que se puede. Es mucho más fácil conducir un modelo de última generación que otro en desuso. Pero a la vez las responsabilidades son diferentes. Mientras aquel está exigido a entregar resultados, este último no tiene mayores obligaciones. El misionero está al comando de un Fórmula Uno del tipo Ferrari, obligado a estar en el podio casi siempre. La tarea no es simple. Basta con una referencia: el talento y la técnica del tenista radicado en Venado Tuerto son innatos. Pero como todo personaje conocedor de sus bondades, es muy difícil de manejar. Es decir, Mancini debe conjugar sus conocimientos tenísticos (ampliamente demostrados) y sus recursos hasta psicopedagógicos si se quiere para convencer a Coria de cuál es el camino más correcto. Salvo cierta endeblez física, todo lo demás está fuertemente arraigado en el ganador de Hamburgo. Hay que convencerlo de cuáles son las mejores opciones; de las desventajas y beneficios de poseer semejante talento. Lo mejor que podía pasar es lo que está sucediendo: que aparezcan triunfos importantes. Para un ganador nato no hay nada mejor que olfatear la gloria del otro lado de la red.
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