Ante tanta incapacidad manifiesta de la clase dirigente para resolver el problema de las barras bravas, y obscenamente admitida en público por el propio presidente de la AFA, Julio Grondona, es habitual que en pos de una solución se busquen algunos caminos alternativos en el exterior. Y es recurrente en la Argentina que ante cada nuevo hincha que se convierte en víctima, se aluda al caso de Inglaterra, país en el que pudieron controlar a los hooligans. Claro que omitiendo las diferencias culturales, que no es un dato menor. Lo primero que hicieron en Inglaterra fue endurecer las penas, las que sí se cumplen por una férrea decisión política e independencia judicial, y después optimizar la organización del fútbol en general, lo que implicó nuevos estadios, un mejor orden, mayor confort y también elevó considerablemente el costo de las entradas. En materia de seguridad, las fuerzas policiales se perfeccionaron para cumplir tareas específicas en los estadios deportivos. Una de las maneras más efectivas que utilizaron los integrantes de este cuerpo de elite fue infiltrarse en las tribunas para identificar y aislar a los cabecillas violentos. Toda esta tarea de reestructuración se llevó adelante en los 90, luego de los reiterados y graves incidentes que provocaron los hooligans en los diferentes estadios europeos, lo que desencadenó la suspensión por cinco años de los clubes ingleses para intervenir en los torneos organizados por la Uefa. Aunque nunca se la pudo erradicar del todo a la violencia de los estadios, los ingleses han dado un importante paso en materia de seguridad y hoy este caso es utilizado como un buen ejemplo.
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