Alejandro Cachari / Ovación
Avellaneda (enviado especial).- No hubo pulseada táctica. No existió una estrategia por encima de la otra ni siquiera un atisbo de planificación hasta el más mínimo detalle. Fue un choque de punteros (ahora ex líderes) que tuvo un termómetro casi siempre alejado del poseedor de la pelota. Con dos estilos muy diferentes, pero poco apreciables en el desarrollo del juego. Fueron momentos, raptos, errores, defectos y un par de virtudes, casi siempre atribuibles a Delgado. Central monopolizó el control de la pelota en la primera mitad y Racing se puso en ventaja. Cuando el equipo de Ardiles empezaba a tomarle el gustito al resultado apareció un penal para Central inexistente que Madorrán sancionó. El partido fue presa de los estados anímicos hasta que el desgaste físico dejó a Racing algo mermado, allá por los 25' del complemento. Sin embargo, desde allí hasta el final, a Central le costó contener a su rival porque no pudo resolver la movilidad de Estévez. Una muestra del desarrollo. El partido, bastante chiquito por cierto, anduvo al compás de aciertos o errores, casi siempre individuales. Quedó una sensación fácilmente rebatible porque es imposible de comprobar: es probable que a los dos les haya pesado la punta del torneo. Es cierto que Central, por ahora, tiene sus intereses puestos en otro lado. Pero, aunque parezca irrespetuoso, a Ferrari podría haberlo influido el marco cuando fue a ejecutar el penal. Hubo muchas imprecisiones, que fueron contrarrestadas en escasas ocasiones por aciertos individuales. Quizás Central haya dejado una mejor imagen que Racing. Pero esa sensación se apoya en un 70 por ciento en la actuación de Delgado, cada vez más jugador, individual y colectivamente. Más allá de la trascendencia del resultado (es imposible darle un valor a cada punto que obtiene el equipo de Russo), quedaron algunos ítems en la columna del debe. A saber. Defensivamente los canallas mostraron algunos agujeros negros que hasta aquí sólo se habían advertido en el debut frente a San Lorenzo. Los dos goles de Racing, méritos propios al margen, llegaron por desatenciones y errores de la última zona auriazul. Messera hizo un poco más que otras veces, pero no encontró socios. Por momentos, Delgado pareció el llanero solitario. Resulta muy complicado instalar en el análisis la función de Leonardo Talamonti. Emiliano Papa sufrió mucho con la ya conocida tendencia albiceleste a volcar el juego hacia la derecha. Los técnicos son los dueños de las decisiones y es casi una traición criticar una variante una vez comprobada su efectividad o no; pero Ardiles se equivocó muy feo cuando sacó del equipo a Juan Manuel Torres. Precisamente, Central lo dejó muy libre al juvenil durante el primer tiempo. Entre él y Vitali volcaron la balanza sobre ese lado en la primera mitad. El Pitón eligió la opción del Mumo Peralta en el complemento para generar más juego, pero a esa altura el partido ya se había aferrado al desorden. Y en un partido así Sixto no juega. Sensaciones ambiguas, partido mucho más cercano a las irregularidades que a la lógica. Pero algo queda claro: más allá de cualquier disquisición, Central se llevó un punto de Avellaneda que le sirve para engrosar su promedio y seguir cerca de la punta. Para nada despreciable.
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