Belgrado. - Zoran Djindjic, de 52 años, que fue durante los últimos años el máximo antagonista político del presidente de Serbia y Montenegro, Vojislav Kostunica, escribió su propia página en la historia al entregar al Tribunal de La Haya a Slobodan Milosevic. Hijo de un oficial del ejército yugoslavo, estaba casado con una abogada y tenía dos hijos. Estudió filosofía en Belgrado, en una facultad considerada germen de la oposición política al dictador comunista Tito. Fue detenido y condenado a un año de prisión por crear una organización estudiantil no vinculada con el régimen comunista. Abandonó Yugoslavia en 1977 para estudiar filosofía en la universidad alemana de Constanza y no regresó hasta la caída del Muro de Berlín, 12 años después. "O lo entrega o dimito", dicen que amenazó a Kostunica en julio de 2001 la víspera de la puesta en custodia del dictador yugoslavo. El presidente se quejó después de que nadie le había informado de la extradición. Para Djindjic, en cambio, se trataba de una decisión sin margen para la duda: "O dábamos marcha atrás hacia la Serbia de Milosevic o íbamos hacia adelante, hacia Europa y la Serbia democrática". Mucho antes de convertirse en el rival del nacionalista y moderado Kostunica, Zoran Djindjic había sido el primer alcalde no comunista de Belgrado, una ciudad que recibió al borde de la quiebra en febrero de 1997. Entonces encabezaba el Partido Demócrata. Pero fue como coordinador de la Oposición Democrática Serbia (DOS) como consiguió llegar a primer ministro en diciembre de 2000 y a eclipsar a Kostunica. Djindjic se declaraba pro occidental sin complejos, mientras que buena parte de la opinión pública y sus rivales políticos lo tachaban de impopular, pro americano y transformista. Tras la extradición de Milosevic, mientras la figura de Kostunica empezaba a declinar, Djindjic no dejó de ganar peso político: se esforzaba por socavar a su oponente, silenciar a los críticos y hacerse publicidad de sí mismo en los medios de comunicación serbios. Con la entrega del dictador, además, se hizo con los laureles de la comunidad internacional y, a cambio, se garantizó las ayudas económicas prometidas por Estados Unidos. Los roces entre ambos líderes llegaron a su clímax durante las elecciones presidenciales de 2002. Kostunica acusó directamente a su primer ministro de modificar los resultados del último censo y cometer todo tipo de irregularidades en las listas electorales. Djindjic había reformado la ley electoral, de forma que era necesario el 50% de participación en los comicios para que fueran válidos. Aunque Kostunica consiguió el 57,5% de los votos, sólo acudió a las urnas el 45% de los votantes y las elecciones fueron anuladas. "He visto el final de los regímenes de Tito y de Milosevic, así que no hay razones para que no persista y no pueda ver el final del régimen de Zoran Djindjic", vaticinó entonces Kostunica. Tres meses después, unos pistoleros han cumplido la profecía en una calle de Belgrado.
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