"¿Sabés cuántos compañeros tuve? Tuve 20 mil, pero llegué yo... La suerte en el fútbol no existe. Llegué porque me dediqué, porque me rompí el alma, porque cuando tenía 15 años no iba a los cumpleaños porque al otro día tenía partidos de cuarta, quinta o sexta y mis amigos me cargaban. Pero hoy muchos quisieran hacer lo que yo hago y vivir de lo que yo vivo. Vos te creés que a mi papá no le hubiera gustado seguir atajando antes que tener que ir a manejar un camión con municiones, con pólvora para el Estado y levantarse a las cuatro de la mañana". -¿El ejemplo está tomado de ahí? -Desde luego. Yo no quería hacer esa vida. Gracias a eso me crié, pero no quería eso. -¿Lloraste muchas veces? -Dos veces. En el 92 en el vestuario del Morumbí y en el 97 cuando me rompí la rodilla jugando para Pumas (Universidad Nacional Autónoma de México). Pero pude volver. No me olvido de Carlitos Lancellotti, del Beto Ferletig, del Negro Mendoza. -¿Cuántas veces te agarraste a trompadas en un vestuario? -Una sola vez. Fue en Unión y por una cuestión de actitud dentro de la cancha. -¿Vos se lo recriminaste a tu compañero o fue al revés? -A mí me pueden recriminar que erre un gol o que la tire a la tribuna. -¿Es fácil manejar un grupo de jugadores? -Todavía no lo sé, pero los jugadores somos como la gata Flora. ¿Conocés el dicho, no?
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