Alejandro Cachari / La Capital
Mar del Plata (enviado especial).- El 24 de febrero se van a cumplir 16 años que juego al fútbol en equipos de AFA. Fue un partido contra Claypole o Argentino de Quilmes. Entré por el Pato Núñez que se lesionó a los 3 minutos. Ahí arranqué. En realidad, debuté mucho antes en una final contra Talleres de Remedios de Escalada cuando el técnico era Daniel Musante, pero la continuidad la tuve desde ese día que reemplacé al Pato. El técnico era el vasco Harguindeguy. Estaban Chiquito Jansen y también Juanchi Literio. Jugaba de 9, eh". El personaje de esta historia es Cristián Domizi, un ex centrodelantero que las vicisitudes del fútbol y su sabiduría transformaron en polifuncional. Desde aquel comienzo en Central Córdoba hasta hoy pasaron años, posiciones diferentes, entrenadores de toda clase y color y casi una etapa entera de la vida que buscará nuevos horizontes "cuando vea que físicamente no estoy a la par de los más chicos". El Pájaro se recibió de entrenador a fin del año pasado y tiene unos cuantos espejos dónde mirarse aunque hay uno que es el preferido. "Ojo, no soy bielsista, pero cuando dirija me voy a parecer a él en un noventa por ciento. De todos los técnicos se aprende; lo que se debe y lo que no". Es difícil establecer un orden. Las palabras le salen de la boca sin parar. Es impredecible, pero jamás incoherente. Sabe perfectamente de qué se trata, cómo se hace, qué se consigue. "Cuando volví a Newell's no era el 9 que jugaba en Córdoba, que no me tenía que mover del área. No, me quejo. Estoy más para el overol que para otra cosa. Siempre supe que haciendo lo que me pedían jugaba todos los partidos. Tuve asistencia perfecta en la Copa, en el torneo. Siempre tuve un lugar", asegura. -¿Te jactás de ser un jugador de overol? -No sé, pero siendo como fui jugué más del 80 por ciento de los partidos en todos los clubes que estuve. Eso significa que lo que gané en el fútbol lo gané poniendo el lomo. Nunca fui de vacaciones a ningún club. -¿Te considerás un utilitario del fútbol? -Sí, un laburador del fútbol. Esto para mí no es pasarla bien, es un trabajo. No disfruto, no entiendo los que dicen que se divierten jugando al fútbol. Los respeto, pero no los comprendo. Yo no me divierto ni ganando. Para ganar me tengo que romper el alma. Cuando pierdo me da más fastidio todavía porque pierdo rompiéndome el alma. Si me divirtiera con el fútbol llamaría a mis amigos y les diría «muchachos vamos a jugar». No importa cómo sea el resultado, total después vamos a comer un asado con cerveza o vino. -Mucha gente lo defiende y lo define como un juego. -Para mí no es un juego. Mirá, a mí me preocupaba estar, el problema no era llegar. La cuestión es permanecer. Nadie me regaló nada, pero tampoco le debo nada a nadie. Cada vez que termina un partido llego a mi casa, agarró la almohada y duermo tranquilo. Hay una frase que tengo grabada desde que debuté: pase lo que pase, terminá muerto cada partido. Podés jugar bien o mal, pero jamás te tienen que recriminar que no dejaste todo en la cancha. ¿Sabés qué pasa? Cuando tenía 16 años me hablaban los grandes y los escuchaba, les prestaba atención. Tuve jugadores de mucha experiencia al lado cuando empecé en Central Córdoba: el Negro (Víctor) Longo, el Griego Aguerópolis, el Bocha Forgués, el mismo Vasco. Entonces decía «quiero ser como ellos». Hay cosas que me quedaron grabadas. El fútbol es para vivos, si no sacás ventaja, te la sacan a vos. -¿Sos capaz de ser mala leche en la cancha con tal de lograr un objetivo? -Sí, a todos nos interesa el resultado. A mi no me dicen «tenés que ganar jugando lindo», me dicen «tenés que ganar». Después se verá cómo se juega. Gracias a Dios nunca lesioné de mala leche a nadie. -Tenés fama de mala leche. -Está bien. Es cierto, soy ventajero. Pero lo fui en el primer partido en Central Córdoba y lo voy a ser hasta el último partido de mi carrera. El fútbol no es de nombres, sino de hombres. Si fuera al revés Maradona y Pelé estarían jugando. -¿No te molesta pegarle de punta y para arriba? -Para nada. Si es la opción que hay que usar en ese momento lo hago. No me importa nada, lo que me importa es ganar. -¿Los silbidos no te molestan? -¿Va a ser la primera vez, va a ser la última? Hace 17 años que me silban y me insultan. Lo que me molesta es la falta de efectividad, los malos resultados. Cuando gano me alegro, no disfruto. Gozo, cuando gano, el hecho de poder salir a la calle con mi familia sin que nadie me diga nada. Si pierdo, no salgo.
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