Rodolfo Parody / La Capital
A cada paso que daba debía detener su marcha. El magnetismo que genera en los demás lo obliga a contar una y otra vez sus vivencias desde que se enteró que tenía leucemia. El tucumano Juan Pablo Juárez concitó la atención en el campeonato Nacional de atletismo veterano que se realizó recientemente en Rosario, por lo que fue y por lo que es. Desde aquellos tiempos en que irrumpió en el ámbito nacional para quedar durante una década como uno de los mejores fondistas del país, hasta cuando un análisis de rutina le cambió la vida. Al menos su vida deportiva, ya que su actitud fue siempre la misma: afrontar la adversidad. Y al final, en la carrera más importante de las que le tocó correr, la de la vida, también ganó. El atleta de 41 años mantiene la bonhomía y sencillez propia del habitante de pago chico. Es tal el apego a su terruño que cuando estaba en la cúspide no quiso dejar su Simoca natal. "Todo lo que hice lo logré en mi pueblo. Tenía el placer de decir entreno ahí y puedo recorrer el mundo gracias a lo que hice en ese lugar. Ese es uno de los placeres que conservo hoy". En la actualidad reside en Tucumán, donde vuelca sus enseñanzas de viajes y campeonatos por el mundo. Además, corre con ventaja: estuvo cara a cara con la muerte, pero ésta nunca pudo darle alcance. Eso sí, le puso una zancadilla que lo hizo trastabillar. "Empecé con una molestia en el nervio ciático y después en el talón. De todas maneras no me impedía seguir corriendo. A comienzos del 98, y antes de retomar la actividad, cuya planificación de trabajo consistía en entrenar en el cerro, me hice un control de rutina. Ahí se detectó que tenía leucemia y que debía recurrir a un trasplante de médula. Era lo único que me podía salvar". Manuel, uno de sus ocho hermanos, que también es atleta y lo acompaña a correr a todos lados, fue el donante. Y el 24 de septiembre le realizaron el trasplante. Juan Pablo no se inmuta, como si la afección que le tocó afrontar fuera una contingencia más de su vida. "Era un obstáculo que tenía que superar. Así tomaba cualquier problema físico. Si tenía una molestia en la rodilla, dejaba el atletismo y me dedicaba a solucionar esa dolencia lo más rápido posible. Entonces, cuando supe que tenía leucemia me desvinculé del deporte. Me dediqué solamente a mi cuidado y a mejorar lo más pronto posible. El atleta de alto rendimiento siempre expone su físico y lo tomé como uno de esos problemas". "A medida que ha ido pasando el tiempo he tomado conciencia de lo que significaba el problema en sí. Hubo momentos en que me ganó la desesperación. Pero ni aún así me di por vencido. Por suerte tuve todo a disposición. Y eso que debí gastar 150 mil dólares en tratamientos y trasplantes", agregó. Ni en los momentos más duros se permitió pensar que jamás volvería al mundo del atletismo. "Es que estaba tan abocado al problema, para solucionarlo lo más pronto posible, que me había olvidado de todas las demás cosas". Siempre pensó en retornar "porque el atletismo me dio mucho". Un año después de la operación retomó la actividad física exclusivamente para mejorar la calidad de vida. Pero por sus condiciones fue inmediatamente requerido para competir. "A fines del 99 me invitaron a correr el Mundial de trasplantados de Hungría. No estaba bien ni física ni mentalmente y decidí esperar. En el 2001 fui a Kobe (Japón) y salí campeón del mundo en 800, 1.500 y 5.000 metros, y segundo en cuatrocientos metros". La entereza con la que afrontó su enfermedad y su forma de ser, que no se alteró en nada, despiertan admiración. "En todo momento disfruto de la vida. La gente ve lo que he hecho a través del tiempo. Hace 20 años que estoy en el atletismo, y mi forma de vida no ha cambiado en ningún momento. Veo que la gente me toma como ejemplo por cómo me alienta. Y me hace acordar a aquellos viejos tiempos cuando competía en el alto nivel", comentó.
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