Año CXXXV
 Nº 49.645
Rosario,
lunes  28 de
octubre de 2002
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Elecciones históricas. El antiguo gremialista combativo llegó a presidente
Lula, el obrero que derrotó a las elites
El mandatario electo pasó del viejo radicalismo clasista a un planteo socialdemócrata que le dio el triunfo

Gerardo Maronna

Río de Janeiro. - Combativo, tenaz y pragmático, Lula da Silva pasó ayer a la historia de Brasil como el primer obrero que derribó todos los prejuicios, se alzó sobre las elites y ganó la presidencia de la mayor economía de América latina.
Su victoria corona una larga trayectoria iniciada en las fábricas de San Pablo en las luchas contra la dictadura militar y el "capitalismo explotador" y durante la cual no tuvo nunca miedo de marcar un camino propio.
Cuando enfrentó a corrientes sindicales controladas por partidos de izquierda, las derrotó con su bandera del sindicalismo autonómico. Cuando lo cortejaron los políticos prefirió fundar su propio partido. Cuando llegar al gobierno parecía una quimera, revisó sus posturas, las impuso dentro de su partido y la mayoría de los brasileños lo eligió presidente.
Más sabio y más viejo, Lula archivó el discurso aguerrido con que hace dos décadas forjó al Partido de los Trabajadores (PT) y a la más poderosa central obrera, la CUT. Aquel Lula que levantaba el puño izquierdo, repudiaba a los imperialistas, cuestionaba la propiedad privada y repetía "la lucha continúa" era la excusa para acusarlo de querer convertir a Brasil en una Cuba sudamericana.
"No queremos otra Cuba u otra Venezuela en América Latina", dijo Lula al comienzo de la campaña, según la revista Veja. Del Lula de otrora sólo queda la barba y la voz enronquecida. Interpretó el deseo de cambio de los brasileños y sembró esperanzas pero comprometiéndose a respetar todas las reglas del capitalismo.
"En mi vida jamás fingí. Yo cambié. Brasil cambió", dice Lula quien en esta campaña solo esporádicamente mencionó al "socialismo". "¿Porqué creerle?", le han preguntado muchas veces. "Porque soy del tiempo en que la palabra era lo que valía", responde Lula, siempre criticado pero jamás cuestionado en su honestidad.
Católico practicante se casó en 1969 con María de Lourdes, fallecida al año siguiente durante un parto en el cual murió también la criatura. Durante su viudez tuvo una pareja de la cual nació una hija. En 1973 conoció a Marisa, una joven viuda y con un pequeño. Se casaron al año siguiente y tienen tres hijos.
En 1967 se afilió al sindicato de los obreros metalúrgicos al cual llegó a presidir en 1975 y puso en alto la bandera de un "nuevo sindicalismo", que se autoproclamaba antipartidario, autónomo e independiente y despertaba el resentimiento del Partido Comunista Brasileño, entonces clandestino pero hegemónico en las fábricas. Su figura alcanzó dimensión nacional con largas huelgas y multitudinarias asambleas contra la dictadura militar y la explotación de los obreros.
Los militares ordenaron en 1979 su apresamiento y destitución de la presidencia del sindicato. Lula, sin embargo, volvió a mostrar dotes de organizador metódico, pero también de actor político.
Convencido de que la dictadura no podría ser derrotada solamente por los sindicatos y a la vez desencantado con los políticos tradicionales, comenzó a manejar la idea de crear un partido obrero.
Con el lema "Trabajador vota a trabajador" atrajo a sindicalistas, intelectuales, pequeños grupos de izquierdistas, especialmente trostkistas, antiguos guerrilleros, dirigentes estudiantiles y organizaciones católicas progresistas y con ellos constituyó en 1980 el Partido de los Trabajadores.
En 1982, aún en dictadura militar, el PT entra en la lucha electoral y postula a Lula al gobierno del poderoso San Pablo. Lula fracasó pero el flamante partido obtuvo dos alcaldes y 118 concejales. Al año siguiente puso en marcha la Central Unica de Trabajadores (CUT), que dice contar hoy con unos 30 millones de afiliados.
Electo diputado en 1986, defendió el no pago de la deuda externa, restricciones a la propiedad privada y la reforma agraria. En 1989 se estrenó como candidato presidencial perdiendo por de votos ante Fernando Collor en la segunda vuelta. En 1994 y 1998 fue derrotado en el primer turno por Fernando Henrique Cardoso. En ambas elecciones no consiguió convencer a los brasileños que el Plan Real, con el que Cardoso fulminó la inflación galopante y fue la clave de su éxito, era un "logro artificial".
El año 1995 marcó un punto de inflexión en un PT que parecía haber encontrado un techo. Ese año el partido designó presidente a José Dirceu, otrora adoctrinado en guerrilla en Cuba y hoy el campeón de la moderación.
Dirceu y Lula controlaron la mayoría moderado y quitaron espacio a las corrientes más radicales, algunas de las cuales abandonaron las filas, y el partido salió en busca del elector centrista.
Aunque una minoría estuvo en desacuerdo, todos obedecieron este año el nuevo programa que echa por tierra conceptos históricos del PT como la revisión de acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y de las privatizaciones.
Los ortodoxos tuvieron que tragarse la píldora, votar a la vicepresidencia al millonario liberal José Alencar, invitado por Lula para demostrar que ya no es un enemigo del capitalismo. También debieron resignarse a tener como aliados a ex presidentes como José Sarney e Itamar Franco.
Este Lula se comprometió formalmente a aceptar todos los compromisos asumidos con el FMI y otras instituciones financieras, promete disciplina fiscal y no recurrir a medidas tales como una renegociación unilateral de la deuda pública.
"El hecho de que el PT tenga un 20 o un 30% de personas que está en desacuerdo, no es ningún problema", dice Lula. "Esa línea consta en el programa del partido y es la que vale. La deuda es para ser pagada y los contratos son para ser honrados", dice Lula. (AFP)



La manifestación en San Pablo fue multitudinaria.
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