Cuando los nervios arrecian siempre debe encontrarse un objetivo para ensayar la catarsis. Al final del primer tiempo, con el 0-1 en la chapa, los hinchas de Central dirigieron toda su furia hacia Martín Mandra, quien se había comido un gol increíble mano a mano con Islas cuando el resultado estaba igualado. Ahí recibió la primera reprobación. El fastidio se fue incrementando con el paso de los minutos, pero nunca los insultos fueron más elocuentes que el silencio que acompañó los malos momentos del equipo. Como si la resignación fuera más fuerte que las ganas de resistirle a la adversidad. Todo cambió en un santiamén. El empate y el golazo del ex Chicago por arriba de la cabeza de Islas transformaron el papel de Martín. Pasó de villano a héroe en un solo toque. Después, cuando Menotti decidió reemplazarlo por César Delgado -otro que fue bastante resistido por su inexpresividad futbolística-, el público premió su renovada capacidad goleadora con una ovación. Es que a esta altura, el hincha de Central está mimetizado con el equipo. Se maneja por arrestos, por reacciones casi espasmódicas; siempre vinculadas a lo que recibe desde la cancha. La diferencia con partidos anteriores es que a varios futbolistas se les está terminando el crédito. El que por ahora resiste en la tabla de la tolerancia es César Luis Menotti. Al menos no hay represalias masivas. Sólo algunos arrestos individuales que ponen en duda su capacidad. Ni más ni menos que una prolongación de lo que sucede adentro de la cancha.
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