Héctor Veira es sinónimo de fútbol. Así lo demuestra en cada frase, en cada gesto, en cada actitud. Respetuoso de los códigos. Como así de la palabra empeñada. El cansancio de un día agitado le impuso un obligado descanso, el que interrumpió sin inconvenientes para dialogar con Ovacion. Con evidente humildad se presentó como si hiciera falta y sin demasiado protocolo inició la conversación como un viejo conocido. En cada expresión transmitió la felicidad de retornar a la actividad. Y enseguida aclaró que ya estaba alojado en el hotel y que ese sería su lugar de residencia, ratificando su deseo de una prolongada estadía. También reflejó tranquilidad por el conocimiento que tiene de los futbolistas rojinegros, el que sería ampliado en lo inmediato por la visita del coordinador de las inferiores Roberto Jesús Puppo. Y un hipotético encuentro con Julio Zamora. Mueve las manos con firmeza, exhibe seguridad cuando la charla gira en torno a lo estrictamente futbolístico, sale con una sonrisa de aquellas preguntas que lo incomodan, y bucea con rapidez en su pensamiento para encontrar las palabras adecuadas ante una pregunta que puede generar controversia. Con la admirable habilidad que ostenta todo entrenador de oficio. Toda una confirmación de que se está frente a un técnico que sabe de qué se trata. Resguarda su ajetreada intimidad con una respuesta lacónica, y se explaya con notorio placer sobre la táctica, la motivación, los jugadores, la técnica y todo lo vinculado al juego que más lo divierte. Se aleja de la polémica y se refugia en la experiencia. Disipa dudas y simplifica el fútbol. Le agrega intensidad pero le quita misterio. Y guarda en su prudencia algunas verdades reveladas por los hechos. Un Veira auténtico. El mismo de la tele. Con sus frases de cabecera. Las mismas que lo definen. Las que lo identifican como un tipo sencillo. Tan sencillo como su saludo final: "Si lo ven al Flaco Menotti, denle mis saludos".
| |