La renuncia aún no aceptada de monseñor Edgardo Storni a la arquidiócesis de Santa Fe abrió interrogantes por doquier, e incluso especulaciones sobre quién y cómo será la sucesión. Si bien la decisión del prelado constituye un primer paso para allanar el camino por las presuntas acusaciones sobre abusos sexuales a seminaristas, no despeja las dudas en cuanto a su regreso de Roma para comparecer ante la Justicia santafesina por los cargos que se le imputan. Tampoco logró este cometido mediante la carta que remitió a los sacerdotes de su jurisdicción, en la que no reconoce culpas ni acepta acusaciones; ni con el fax en el que dice ponerse a disposición del juez Eduardo Giovannini para prestar declaración indagatoria en la causa por corrupción de menores, una instancia que debería formalizarse el próximo 2 de octubre. La dimisión ni siquiera precipitó una determinación de la Santa Sede en cuanto a las sanciones que le podrían caber o si por el contrario habría disposición para echar un manto de piedad sobre este escándalo. A pesar del silencio del Episcopado local, especialistas en el tema anticiparon que "la medida sería ejemplificadora y le caería todo el peso del Código de Derecho Canónico". Tal como quedó establecido en un reciente encuentro de canonistas que se llevó a cabo en Buenos Aires, existe consenso suficiente como para aplicar la tolerancia cero promovida por el Papa. Pase lo que pase, Storni no podría retomar el control de su jurisdicción ni evitar la disgregación de su feligresía. Por lo que sería inminente la designación de un administrador apostólico que cubra la vacante hasta que el Papa nombre al sucesor definitivo. Esta opción implicaría que en la Santa Sede habría razones suficientes para encuadrar la crisis de la Iglesia santafesina en lo que el Código de Derecho Canónico establece como sede impedida o vacante. De tomarse esta medida, la designación podría tener tres matices: que se solicite a alguno de los arzobispos cercanos que asuma interinamente la pastoral sin abandonar su propia sede; que delegue esa responsabilidad en algún obispo auxiliar de los ya existentes en el país; o que la responsabilidad recaiga en algún sacerdote de Santa Fe. En los dos últimos casos el nombramiento sería de carácter temporario y no le otorgaría chances para quedar al frente de la jurisdicción vacante. El tercer punto de análisis -más allá de lo jurídico y sucesorio- es el de la propia interna eclesiástica, donde la ortodoxia de monseñor Storni generó marcadas diferencias ideológicas en el clero santafesino luego de la gestión superlativa de su predecesor, monseñor Vicente Zazpe. Guillermo Villarreal
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