Gustavo Conti / Ovación
Mal que les pese a cierto periodismo de medios poderosos de Buenos Aires, y mucho más allá de los errores que en el plano deportivo pudo haber cometido, nadie podrá caratular la conducta de Marcelo Bielsa en su paso por la selección de tendenciosa, parcial, mediática o deshonesta. En esta profesión donde parece que conseguir una primicia vale más que transmitir a los interlocutores la información transparente, el técnico de la selección molestó ¡y cómo! desde el vamos a aquellos que se creen dueños de la verdad, al punto de cercenarla, partirla y manipularla de la manera más conveniente. Y hasta montan escuelas para ello. Como ningún otro técnico, Bielsa no discriminó a nadie, los igualó a todos en importancia a la hora de brindar sus pensamientos o todo aquello que creía oportuno informar. Socializó la información y eso a algunos les cayó tan pero tan mal, que recién ahora, con la derrota consumada, pudieron sangrar por la herida. Es que Bielsa, pese a esa gran oposición de dichos formadores de opinión, fundó un reconocimiento pocas veces visto antes de la disputa de un Mundial. No lo tuvo Menotti, ni Bilardo, ni Basile, ni Passarella, mucho menos los anteriores. A ciertas habladurías, les respondió con trabajo y, sobre todo, coherencia en todas sus acciones. Nunca una palabra de más, nunca una contradicción en el pasar del dicho al hecho. Y no sólo eso. Bielsa no tuvo ningún reparo en apoyar manifestaciones populares y reclamos sociales. Así, el equipo de todos posó con una bandera que clamaba por la educación y otra por la donación de órganos. Y se prestó al homenaje del más grande, Diego Armando Maradona, pese a que sabía que en la cancha de Boca iba a recibir una presión apabullante de los hinchas reclamando a Juan Román Riquelme. No se borró, estuvo siempre, para todos. No dio notas exclusivas como le habrían pedido ni bien asumió. Según contó la revista "Noticias" en una de sus últimas ediciones de aquellos días, Bielsa acudió a una audiencia solicitada por dos periodistas. Uno, un ex funcionario de gobierno menemista. Otro, un émulo de Larry King por los tiradores que usa. Pero el Loco, que lo es pero no come vidrio, habría grabado la charla en la que le pidieron una exclusiva por semana y la primicia. El técnico se la llevó a Grondona, diciéndole que proceda, que si se repetía otra vez renunciaba. "Hay una cosa más por la cual criticar a Bielsa", se explayó entre otros palos hacia el técnico, Fernando Niembro, quien cubrió el Mundial para dos cadenas televisivas y fue el más crítico de todos: "la socialización de la información", expresó palabras más, palabras menos en una de sus salidas desde Japón el jueves último. "Esta historia de que un periodista del diario El Heraldo de no sé qué provincia chica es lo mismo que uno de La Nación, o que nosotros, que sabemos todo lo que pasa... Vienen los chicos del interior y quedan admirados por el discurso de Bielsa y le dicen: «qué bien que estuvo maestro»", expresó sin pudores en su alocución. "Este (por Bielsa) se creía que estaba en el Barcelona pero puede ir a Newell's", continuó despreciativamente. Ya antes del partido ante Suecia, había insinuado que había cierta valija que estaba viajando hacia Nigeria (le podía dar una mano a la selección, venciendo a Inglaterra), y hasta dudó de los árbitros que definirían el grupo, como atajándose de que si Argentina clasificaba no lo iba a hacer en forma transparente. "¿Usted no cree que Argentina puede ser favorecida por la posición de Grondona en la nueva posición de Blatter en la Fifa?", le preguntaba a su compañero de tareas Mariano Closs, quien no compartía su opinión. "Si fuera como dice", le espetó este último, "¿cómo explica el arbitraje que perjudicó a Italia?". "¿Vos no sabés que hay dirigentes italianos peleados con Blatter?", respondió Niembro. Bielsa cosechó odios porque no respondió a intereses sectarios. Ni siquiera La Capital, que conoce quizás más que nadie entre los medios gráficos los inicios del Loco y su posterior ascenso, obtuvo nunca una nota del entrenador. Y está bien. O todos, o ninguno. Más allá de las coincidencias o disidencias sobre cómo llegar al objetivo, de los gustos futbolísticos o las causas por las cuales Argentina no pasó la primera fase, Marcelo Alberto Bielsa marcó un antes y un después en las relaciones humanas con el hincha argentino, en la relación mediada a través de la prensa. El lector de El Heraldo de no sé que provincia chica pudo enterarse lo mismo que un porteño, que uno de La Quiaca o Usuhaia. Y eso tiene un valor mucho más trascendente que un resultado deportivo. Mal que les pese a los privilegiados y oportunistas de siempre.
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