Año CXXXV
 Nº 49.497
Rosario,
domingo  02 de
junio de 2002
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Como en familia
Muy poco apoyo argentino en las tribunas
La crisis interna y los costos inaccesibles espantaron a los hinchas de la Copa del Mundo

Mariano Dayan

Existe una manera para que los jugadores argentinos se sientan como en casa: Ariel Ortega debe desparramar la tierra de Jujuy que un chico le dio dentro de una botella de gaseosa en un comercial de TV. El Burrito, jujeño de nacimiento, puede intentarlo para que sus compañeros se crean locales. Pero cuando miren las tribunas comprenderán que son visitantes de verdad.
A este Mundial no pudieron viajar tantos hinchas argentinos como a los anteriores, en gran medida porque nuestro país atraviesa una grave crisis social y económica. También por realizarse en Japón, uno de los países más caros del mundo, donde una gaseosa cuesta cinco dólares. Seguir al seleccionado representa un gasto demasiado alto para un argentino común.
En el estadio de Ibaraki, sede del debut contra Nigeria, se esperan 3.000 argentinos como máximo. El porcentaje más alto corresponde a los radicados en Japón y los llegados de Europa, compatriotas a los que les tiran los colores. Carlos Rubio Reyna, el cónsul argentino en Tokio, estimó que cerca de 300 compatriotas arribaron en la última semana para estar en el primer partido. Igual, seguramente se van a hacer ver y escuchar.
La cantidad ni se puede comparar con los 12.000 que coparon Marsella hace cuatro años y sufrieron con la derrota ante Holanda, por los cuartos. La presencia argentina en Francia 98 dejó otra imagen para el recuerdo: el festejo de Diego Simeone en el estadio de Saint Etienne, cara a cara con los hinchas, después de eliminar a Inglaterra por penales. Que los jugadores no se imaginen nada parecido en este Mundial.
En las calles se ven muchas camisetas, pero a veces son extranjeros los que la llevan, fascinados por el equipo. ¿Argentinos? Tres llegaron en una camioneta pintada con los colores de Boca y acompañados por un amigo nacido en Japón que les hace de traductor. Otros, que no consiguieron entradas, se juntarán en un restaurante de Tokio para seguirlo en pantalla gigante con choripán y vino incluido. Todo por cuatro dólares.
Para hacer número van a servir los hinchas que puso la organización como apoyo de cada país. Ya se escucha el grito de "Ganbare Aruzenchin" (Vamos Argentina) en boca de los japoneses. También prueban con los apellidos de los jugadores. Samueru (Samuel), Shimeone (Simeone), Ropesu (los dos López), Gayarudo (Gallardo) y Kuresupo (Crespo) son los que sufren más modificaciones según la fonética nipona.
Los argentinos que viajaron corrieron con el riesgo de ser investigados. La policía armó un operativo para evitar choques. La posible pelea entre barras argentinos e ingleses, con los antecedentes de un robo de banderas en México y alguna escaramuza en Francia, provocaron un refuerzo. Doce policías argentinos se sumaron para brindar información.
El viernes en Sapporo, un poco más al norte de Tokio, se calcula que los hooligans van a superar a los argentinos en las tribunas. Las autoridades japonesas esperan como mínimo cinco mil ingleses. Por ahora, mientras esperan el debut con Suecia en Saitama, se conforman con tomar cerveza y prometer venganza de la eliminación en Francia. Que no pase de lo deportivo.


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