Año CXXXV
 Nº 49.442
Rosario,
domingo  07 de
abril de 2002
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Marta Traba, una cuestionadora por otro arte latinoamericano
Escritora y crítica, denostó la dependencia cultural argentina. En el país, casi no se conoce su obra

Fernando Farina / La Capital

"El arte argentino es muy dependiente, mira permanentemente hacia los grandes centros emisores; primero Europa, después los EEUU. La dependencia del Instituto Di Tella del arte norteamericano es una cosa muy explícita. A mí me parece una equivocación fundamental, contra la que he luchado siempre en mi trabajo crítico: el traslado de modelos, una forma sumisa y pasiva de aceptar la dependencia cultural. No niego que somos dependientes pero creo que se puede trabajar la dependencia, que puede ser utilizada como contra-arma. Cuando los artistas hicieron «Tucumán arde», a mí me pareció sensacional, porque eso tiene sentido, pero cuando hacen exactamente lo mismo que hace Andy Warhol, que hace Rauschenberg, me parece una idiotez porque aquello tenía un sentido en los EEUU y no tiene ninguno en América latina". Estos juicios, como tantos otros de igual intensidad, fueron dichos en los 60 por una de las más polémicas y duras críticas que hubo en Latinoamérica: Marta Traba (Buenos Aires, 1923-Madrid, 1983).
La argentina, nacionalizada colombiana poco antes de morir en un accidente aéreo hace casi veinte años, fue una figura fundamental en toda Latinoamérica que defendió sus ideas estéticas y políticas con una virulencia nada amable con el establishment.
Cuáles fueron las razones para que en el país prácticamente se la ignorara. Mucho seguramente se debió a las dictaduras, otro tanto a sus permanentes viajes pero una causa indudable fue su manera de cuestionar tanto a los descomprometidos y carentes de autenticidad como a los supuestamente más arriesgados: "Por falta de condiciones personales para la grandeza, los argentinos están siempre más cerca del aburrimiento que de la locura. Es un error, si se está en la vanguardia, la audacia es el juego". Y las críticas incluyeron las acciones de algunos intocables ideológicamente como Antonio Berni, como cuando aceptó exponer en Caracas con el auspicio del gobierno militar argentino.

Trabajos, amores y confesiones
Esta deuda con una pensadora que es necesario conocer para escuchar otra voz entre tanta monotonía comienza a saldarse a través de una biografía recientemente publicada que escribió Victoria Verlichak. El trabajo sorprende por la exhaustiva búsqueda de datos, escritos, análisis de fuentes y relevamientos de los libros publicados por Traba.
Verlichak da tanta importancia a la vida de Traba como a su pensamiento, pone al descubierto sus pasiones y sus contradicciones. Recorre paso a paso lo que vivió, la ubica en los barrios de Buenos Aires, detalla cada casa en que moró, se detiene a tratar de comprender el aborrecimiento que tenía por los transportes públicos, que para ella eran un sinónimo de masificación, y la sigue en sus estudios universitarios de letras, y su odio al peronismo, por considerarlo un movimiento fascista.
También está presente el primer viaje a una Europa casi destruida por la guerra (que esperaba sólo fuera de ida) a poco que en el país Perón ascendía al poder, el enamoramiento de un capitán que le permitió escalar del camarote de tercera a uno de primera, los sufrimientos en el Viejo Mundo, y su acercamiento al arte a partir de ver, conocer y leer, y estar en contacto permanente con artistas, escritores y pensadores de distintas disciplinas.
También en el relato están los amores y sus primeras confesiones a través de los libros, como la novela autobiográfica "Las ceremonias del verano", que obtuvo el Premio Casa de las Américas, y un viaje a la Europa del Este para asistir a un congreso, que luego quedó como una mácula cada vez que requería una visa.
El casamiento en París con el colombiano Alberto Zalamea, la vuelta con su pareja y un hijo a Buenos Aires, y nuevos viajes primero a Italia y luego a Colombia, país que finalmente consideraría como propio, ya que no se cansaba de decir que detestaba a la Argentina.
Allí desarrolló toda su potencia, apostó a predicar el arte moderno por cuanto medio pudo: revistas, cátedras, televisión, y no dudó en bendecir a algunos artistas mientras trituraba a otros. Por ese tiempo, como mujer, se hizo tiempo para todo: dar clases, atender a sus hijos (ya tenía dos) e inventó la crítica del arte en Colombia.
"A partir de 1960, Marta Traba ya era una crítica de arte consagrada. Temida y apasionadamente respetada, fue invitada y debatida en todos lados", relata Verlichak.
Separada de su esposo luego de 16 años, Traba se enamoró del periodista, escritor y crítico literario uruguayo Angel Rama y con él compartió desde el 69 una actividad incesante que, por razones políticas, los obligó a viajar por el mundo. Hasta el fatídico vuelo para asistir a un encuentro de escritores en Colombia.
Traba y su marido murieron el 26 de noviembre de 1983 cuando el avión de Avianca que habían tomado en París cayó en las cercanías de Madrid.



Traba murió en 1983 debido a un accidente aéreo.
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