Cuando se trata de abordar el tema de los solicitantes de asilo, el ministro de Inmigración australiano, Philip Ruddock, apela a las imágenes que se le imprimieron durante una visita al campo de refugiados de Kakuma, en la frontera africana entre Kenia y Sudán.
Con esos argumentos defiende a capa y espada la posición sin compromisos de su gobierno con respecto a los 438 refugiados que se encuentran en el barco noruego Tampa y que Canberra se niega a acoger.
En su opinión, en Kakuma realmente se veía a gente sufriendo. Pero como refugiados, estas personas quedan en "una segunda línea" porque otras como las del "Tampa" consiguen asilo por motivos económicos gracias a que cuentan con cierto dinero y conexiones.
Diez mil solicitudes
"Cada vez que se otorga asilo a una persona que llega de esta forma ilegal, esto se traduce en menos ayuda para otro que realmente lo necesita", consideró ayer el ministro.
Ruddock calificó de "obsceno" un sistema de ayuda que según declaró destina cada año 10.000 millones de dólares para solicitantes de asilo procedentes de diversos lugares, pero sólo 1.000 millones para campos de refugiados del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (Acnur) en donde son alojados 23 millones de personas.
El ministro reconoció que Australia tiene pocas solicitudes, unas 10 mil al año, en comparación con muchos países europeos.
Pero la opinión pública australiana, temida por Ruddock y el primer ministro John Howard debido a las cercanas elecciones, ve a su país como una "isla de bienestar" en medio de "un mar de pobreza" que lo amenaza.
"Parece como si estuviéramos perdiendo el control sobre la oleada de gente que llega a nuestro país", declaró Ruddock sin duda teniendo en cuenta la reacción de los votantes.
El gobierno de Australia hizo además duras alegaciones contra Indonesia, donde en su opinión hay un tráfico organizado de personas desde Afganistán, Pakistán y otras naciones en dirección a Australia, por grupos que el gobierno de Yakarta no controla.