Año CXXXIV
 Nº 49.087
Rosario,
sábado  14 de
abril de 2001
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La Pasión une a pueblos mexicanos

Las escenas de la Pasión de Cristo, que se representaron en todo México, incluyeron a fieles que llevaban coronas de espinas sobre su frente y cruces sobre sus hombros, quienes en la representación de la Pasión caían al suelo y recibieron latigazos o se hicieron crucificar atándose a pesados maderos, como expresión pública del espíritu de la Semana Santa en esa nación.
Las escenificaciones de la Pasión tienen como objetivo promover una mejor comprensión de los sufrimientos de Cristo, y simbolizan además la unidad de las comunidades cristianas en regiones afectadas por cambios.
En ninguna parte es ese espíritu quizá más intenso que en Ixtapalapa, un extenso barrio pobre de la capital mexicana que organiza la más completa y compleja de las representaciones de la pasión, en que participan unos cuatro mil actores y cientos de millares de espectadores.
"Los habitantes de Ixtapalapa se sienten muy unidos por todo esto; todas las parroquias colaboran, todas las generaciones colaboran", dijo Joaquín Rueda, un estudiante de 22 años que hace este año el papel de Cristo.
Ixtapalapa ha representado la Pasión de Cristo durante 158 años.

Un poblado que renace
El pueblo colombiano de Mompox, famoso por sus procesiones de Semana Santa, lució todo su esplendor para conmemorar la Pasión de Cristo con multitudinarios y fervorosos desfiles de imágenes religiosas. "Entre más pesa (la imagen), más me siento que pago la manda (penitencia)", dijo ayer Alexi Moreno, sobre las representaciones de las escenas que van desde la Ultima Cena hasta Jesús llevando su cruz. Al igual que Alexi unos dos mil "nazarenos" cargadores de imágenes vestidos con túnicas azules, con un cinturón de cinco borlas -por las heridas de Cristo-, en pasos lentos y sobrios llevaron las representaciones durante casi 10 horas el Jueves Santo.
El pueblo situado a unos 510 kilómetros al norte de Bogotá, otrora uno de los principales centros comerciales del país se quedó detenido en el tiempo cuando el Río Magdalena, la autopista fluvial de Colombia, cambió de curso. En Semana Santa el pueblo renace con esta celebración que combina el ritualismo formal de tiempos coloniales con la alegría caribeña.


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