Juan PabloII, antes de participar en el Vía Crucis, celebró en la basílica de San Pedro del Vaticano la Pasión del Señor, rito en el que los presentes pidieron a Dios que ilumine a los gobernantes para que busquen el bien común en libertad y paz. La Liturgia del Viernes Santo es la única del año en la que no hay consagración, pero sí comunión, y durante la ceremonia se leyeron todos los pasos del Evangelio, que van desde el arresto de Jesús hasta su muerte crucificado y su entierro en el Sepulcro. El Papa no pronunció homilía y, como los varios miles de personas que llenaron la basílica vaticana, pidió por la paz y escuchó la narración que hizo el predicador de la Casa Pontificia, el franciscano Raniero Cantalamessa. Cantalamessa dijo que la Pasión de Cristo no se reduce a la victoria sobre Satanás, sino que su significado es más grande y positivo: se trata de la lucha y de la victoria sobre el demonio además del triunfo sobre el pecado y la muerte. El franciscano denunció que en el mundo industrializado se ha "arrojado por la puerta a Satanás y éste ha vuelto a entrar por la ventana", en referencia a que se niega su existencia y se cayó en la superstición. "En el mundo moderno pululan magos, brujas, espiritistas, echadores de cartas y de horóscopos, vendedores de amuletos y miembros de sectas satánicas. La situación no es muy diferente a la de la Antigüedad", dijo. Agregó que "se ha llegado a un fenómeno social de grandes proporciones" e insistió en que el diablo existe y que Dios y el demonio no son dos principios paralelos, eternos e independientes, ya que el diablo, dijo, es como un perro encadenado, que muerde sólo a quien se le acerca".
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