El vampiro más famoso es Drácula, popularmente conocido a partir de la novela que Bram Stoker escribió en el siglo XIX. Su adaptación al cine fue vista con malos ojos por los herederos de Stoker, quienes creían que el teatro se prestaba mejor para contar la historia, y por ello le negaron los derechos a Murnau. Este no se echó atrás y filmó su película sobre el vampiro pero lo llamó Orlock y para darle más fuerza buscó el nombre con que en la Europa oriental se conocía al no vivo que se alimenta de sangre humana: Nosferatu. Aunque la historia era, sin dudas, la de Drácula. Bajo ese nombre Murnau filmó su película en 1922, con el actor desconocido Max Schreck como el conde Orlock. En 1979, Werner Herzog le realizó un homenaje titulando de la misma manera. Para esa película Herzog contó con Klaus Kinski como actor. Willem Dafoe interpreta a Schreck en "La sombra del vampiro". Su caracterización es la misma que el Nosferatu de Murnau. Por este papel, el actor estuvo nominado a un Oscar y si bien su papel lo merecía, no lo ganó. La clave del personaje es que nunca se sabe si es un loco o un vampiro. Esto lo torna por momentos cómico, pero no ridículo, porque tras la carcajada que la película puede provocar se cierne de inmediato la ominosa fuerza de lo desconocido. ¿Hasta dónde llegará este ser? ¿Se quitará alguna vez la máscara? Capaz de beber litros de aguardiente sin marearse, Schreck está hechizado por la actriz Greta y por posibilidad de pasar al celuloide. Entre sus deseos, la posesión de la actriz comienza a ganar y por tanto también empiezan los problemas para todos. Nunca da respuestas directas. En sus contestaciones hay apenas el atisbo de una historia de nobleza y decadencia, y también algunos apuntes sobre cómo el amor puede convertir a un ser humano en un no vivo, una sombra de lo que fue en sus mejores momentos. El "Nosferatu" de Werner Herzog funciona como antecedente, pero "La sombra del vampiro" se distancia de esta película. Para Herzog, Murnau era el maestro y su gran película es un homenaje. El filme de E. Elias Merhige se permite la irreverencia. Esto no siempre da buenos resultados en el cine, pero en este caso vale, porque permite acercarse a un período fundamental de la historia del cine, y hace que la admiración por la obra de Murnau crezca aún más cuando muestra las condiciones en la que el realizador alemán filmó su película.
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