Año CXXXIV
 Nº 49.066
Rosario,
sábado  24 de
marzo de 2001
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La increíble historia de los hermanos Gonçalves le ganó la pulseada al horror
Gastón es bajista de Los Pericos y Claudio un "fan" de la banda, pero recién se conocieron en el 95

Javier Felcaro

"Con Claudio siempre estuvimos cerca". La definición de Gastón Gonçalves, bajista de Los Pericos, sintetiza uno de los casos paradigmáticos de búsqueda de identidad por parte de los hijos de las víctimas de la dictadura militar que golpeó a la Argentina hace exactamente 25 años. El tenía 19 cuando supo de la existencia de su hermano. Paradójicamente, este último, pese a no haberlo visto nunca, sí lo conocía. Era un seguidor incondicional de la banda de reggae. Luego, el aporte familiar y de un grupo de antropólogos forenses haría lo suyo para que se reúnan en 1995. Pero habría más sorpresas.
El 24 de marzo del 76, Gastón Gonçalves (padre) salió a la calle como todos los días. Estaba al tanto de lo que ocurría en el país, pero igual decidió ir a la zona donde habitualmente realizaba trabajos de asistencia social y alfabetización. Sin embargo, sólo pudo darle un número telefónico a otro pasajero antes de ser chupado por un grupo de tareas en un colectivo.
Era montonero y, cinco días después, engrosó la lista de los primeros desaparecidos, tal como lo certifica la Conadep. Había alcanzado a saludar a su hijo Gastón -por entonces tenía 6 años- y a su ex esposa, María Mercedes Faggionato, quienes desde ese momento alternaron su residencia en lugares tan disímiles como Brasil y Villa Gesell.
Había algo que Gastón ignoraba. Su padre estaba en pareja con Ana Granada, también militante de Montoneros, quien tras la desaparición de su compañero pasó a la clandestinidad en San Nicolás. Allí se escondió en una casa junto a un matrimonio y sus dos hijos.
A fines del 76, un operativo militar (con tanquetas incluidas) terminó con la vida de todos, excepto la de Claudio. Ana lo había envuelto en una manta y escondido dentro de un placard.
El bebé fue encontrado semiasfixiado por un policía, quien lo llevó de urgencia a un hospital. Los médicos no sólo le salvaron la vida: tras percatarse de que el agente quería apropiarse de la criatura, demoraron el alta. Claudio fue entregado a una asistente social y, posteriormente, adoptado por un matrimonio de Guernica.
"Me enteré de que tenía un hermano por accidente. Se le escapó a una tía. Mi vieja no me había contado nada. Es que todos nos mantuvimos cerrados por mucho tiempo", explicó Gastón, quien a los 12 años decidió que lo suyo era la música. Más tarde, en 1992, se sumó al combo de reggae.
Con el correr del tiempo, los hechos demostrarían que Gastón y Claudio estaban predestinados a cruzar sus caminos en algún momento. Aunque nada hubiera sido posible sin la inquebrantable lucha de la abuela Matilde, quien durante 20 años buscó a su hijo y su nieto.
El propio Claudio estuvo a punto de lograrlo. Una noche, la banda de sus sueños dio un recital en la disco donde trabajaba. Debía asistir a los músicos en sus camarines, pero llegó tarde.
Otra noche, en Mar del Plata, Claudio se ubicó a pocos metros del escenario. La extraña performance de Gastón, quien tocó tirado en el piso, acaparó su atención. "Siempre estuvimos cerca", recordó el bajista, quien no dudó en interrumpir por varios minutos su mudanza para conversar con La Capital.
El 8 de septiembre de 1995, tras un arduo trabajo a cargo de los antropólogos, Claudio fue localizado en Guernica. Alejandro Incháurregui se encargó de ponerlo al tanto de una etapa de su vida que desconocía. Sabía que era adoptado, pero nunca pensó que era parte de la compleja trama de horror tejida durante los años de plomo.
El perito también se despachó con un dato que, en rigor, nunca consideró clave. "Le contó que yo era músico, aunque mi hermano se imaginó un profesor de folclore. Cuando le dijo que yo era uno de Los Pericos, Claudio se metió en su pieza y le trajo todo el material que tenía sobre la banda. Le mostró fotos y pósters para que le señalara quién era yo, pero Incháurregui no me conocía", rememoró Gastón.

El encuentro
El bajista recibió la buena nueva en España. Luego de un recital, ya de madrugada, telefoneó a Capital Federal. "La noticia me la dio mi pareja de entonces: «Es hincha de Boca y fan de Los Pericos». Corté y le dije a los chicos de la banda: «Tengo un hermano». No lo podían creer, parecía una marcianada", recordó. Sólo faltaba el momento del encuentro.
"Fue amor a primera vista", graficó Gastón. Después vendría una extensa charla con Claudio, marcada por una imperiosa necesidad de recuperar el tiempo perdido, que aún no se detiene.
El círculo se cerró a los pocos meses: en el cementerio de Escobar se descubrieron tumbas NN y se hallaron los restos del padre de Gastón y Claudio. Además, por intermedio de amigos y allegados, se recuperaron varias fotos y hasta una carta.
"Es muy raro encontrar a una persona perdida, y mucho más a dos. Fue algo impresionante. Yo tenía sólo una foto con mi viejo. Además, pude volver a conocer a mi papá a través de sus amigos", comentó el músico.
La unión entre Gastón y su hermano se consolidó rápidamente, y hoy es indestructible. Entre las numerosas anécdotas, hay una de aventuras y sueños compartidos: Claudio tuvo el privilegio de acompañar a Los Pericos y ser testigo del proceso de mezcla de un CD en Estados Unidos.
Si bien por estos días la distancia geográfica entre sus hogares acota los encuentros a uno por semana, las largas conversaciones telefónicas son una constante. Como el deseo de Gastón, padre de tres chicos: "Quiero tener a Claudio todo el tiempo conmigo". Ese anhelo es compartido por su hermano, pese a que debe redoblar esfuerzos para atender un local de venta de videojuegos y dedicarse a un hijo que acaba de llegar al mundo.
Algo es seguro: sus herederos serán los continuadores de una de las más increíbles historias escritas durante una década signada por el fuego, la sangre y la muerte.



Gastón y Claudio fueron víctimas de los años de plomo.
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