El rostro menos deseado, el de la derrota, se iba dibujando anoche trazo a trazo mientras Ricardo López Murphy, desde el televisor, recitaba con cadencia marcial las nuevas medidas económicas. Atónitos, inmóviles, paralizados, los ojos de los principales dirigentes del Frepaso miraban sin ver. Carlos Chacho Alvarez, Aníbal Ibarra, Juan Pablo Cafiero, Marcos Makón, Ricardo Mitre, Nilda Garré, Adriana Puiggrós, Pedro Del Piero y otros, en el primer piso de la Casa del Frente, de Callao 150, a una cuadra del Congreso nacional, asistían en directo al derrumbe del sueño iniciado en 1997. Sólo faltaba Graciela Fernández Meijide, quien hace rato que no aparece por el lugar.
El que supo ser el ariete electoral que rescató al radicalismo de su 17 por ciento de 1995, el núcleo del ala política de la Alianza UCR-Frepaso, o lo que hoy queda de ella, se convertía desde ese mismo momento en el espectro de la Carta a los Argentinos, vacía como una calabaza de Halloween, con ojos que no ven, boca que no dice, sin fiesta, sin dulces y con la vela apagada. Ningún discurso marketinero que se ensaye desde ahora podrá disimular su derrota en toda la línea ante el poder económico concentrado e internacionalizado.
Lo que vendrá será una previsible diáspora, una estampida de los dirigentes que aún tímidamente levantaban la deshilachada bandera original de la Alianza, colores que anoche se rindieron en forma incondicional ante los vencedores después de casi un año y tres meses de retroceso permanente.
Voces bajo la lluvia
El primero en irse fue Mitre y lo siguió Makón, bajo un torrencial aguacero que se había descargado sobre la noche porteña. "Van a presentar las renuncias", explicaron algunos allegados. Mientras Mitre le dijo a La Capital: "No hablo hasta el lunes". En tanto, López Murphy dice desde la pantalla de televisión que la suya será "una política ganadora". Algunos periodistas no pueden disimular la risa, pero ningún frepasista siquiera sonríe. Les sigue Ibarra, que responde "no, en absoluto", cuando le piden que anuncie la muerte oficial de la Alianza.
Mientras el televisor sigue con un López Murphy que cae frecuentemente en el autoelogio ("coraje", "convicción", etcétera) con el que diseñó las medidas de su plan económico, también se retira Garré con una frase lapidaria: "Este plan supone una altísima conflictividad social y por lo tanto no alcanzará respaldo político". A esta altura resultaba difícil de asimilar la idea central que cruzaba las declaraciones de todos los aliancistas presentes: nos vamos todos del gobierno pero la Alianza sigue.
Desconsuelo
Según pudo averiguar La Capital, el desconsuelo de Alvarez era absoluto. Las fuentes consultadas dijeron primero que Ibarra le habría susurrado la ruptura definitiva. Federico Bletta, vocero del jefe de Gobierno porteño, desmintió esa especie. Otros presentes en la reunión previa al mensaje de López Murphy la confirmaron. Al parecer, Cafiero, Del Piero y Puiggrós introdujeron la imposibilidad del pasaje por el Parlamento de algunas de las medidas anunciadas. ¿Cuál es la racionalidad de anunciar medidas que tienen garantizada el rechazo parlamentario? \Alvarez, apoyado por su esposa Liliana Chiernajovsky, volvía a saborear los momentos amargos de su renuncia de octubre del año pasado. Al apoyar a López Murphy y a los hombres de Fiel, De la Rúa ni siquiera les dejaba la opción de retirarse del gobierno: lisa y llanamente los echaba. En otra noche de derrota que anuncia la diáspora, la crueldad de los cronistas presentes en la Casa del Frente no tenía límites. A Ibarra, el único que no tiene por qué renunciar, "lo echará la inundación", mientras la avenida Callao tenía sus líneas amarillas cubiertas por el agua. Para el jefe Alvarez, recordaban la vigencia del chiste ácido que durante la campaña del 99 le dedicó Julio Bárbaro, su antiguo compañero del PJ porteño: "Chacho se separó de la mujer para casarse con la suegra".
La vieja máxima de que las victorias son reivindicadas por una multitud de padres y las derrotas son huérfanas, cobraba vigencia anoche en el campamento frepasista mientras el cielo se desplomaba en forma de agua en Callao 150, la dirección del desamparo.