Gustavo Conti
La derrota que pudo ser por goleada en Barranquilla requería de un antídoto rápido y efectivo. Y se sabe, en el fútbol la mejor cura son los triunfos, más si van de la mano de una actuación convincente. Y así lo hizo Central, quizás ante un rival de una categoría inferior como Almagro, que bien debiera estar en la B Nacional, pero no por ello podía eludir la prueba. Aún con una larga siesta en el complemento, aún mostrando que le falta trabajo para ser un equipo aceptablemente sólido en su estructura defensiva, ayer volvió a generar credibilidad, el mejor resultado que pudo traerse amén del 3 a 1. Tras la pálida imagen copera en Colombia, Central tenía el reto de empezar a demostrar su fortaleza de grupo, sin depender de la llegada de Pizzi y en el mismo arranque del Clausura. Para ello debía ganar, sí, pero no de cualquier manera, porque a la larga se convierte en una alegría pasajera. Y lo hizo como debía si pretendía renovar las expectativas a futuro: mandando casi siempre, con actitud ganadora y hasta con garantías defensivas cuando sus propios miedos hicieron agrandar al débil rival. Bauza podrá ahora decir que lo único que cambió respecto al juego de Barranquilla fue que se llegó al gol. Es sólo una parte de la historia. Porque Almagro no es Junior y es un milagro que esté en primera, porque Ezequiel no fue el jugador estático de aquel partido sino que volvió a transformarse en la manija del equipo como hacía mucho no ocurría, pidiendo la pelota, distribuyéndola con criterio y hasta llegando al gol tras una buena pared con Pierucci. Porque Cuberas ayer sí mostró una franca mejoría física en cuanto al ritmo de competencia y pasó la prueba de un terreno fangoso, yendo y viniendo casi siempre hasta el final. Porque Arias y Pierucci no se achicaron ante el desafío de hacer olvidar a Pizzi y Maceratesi y tomaron el compromiso con madurez, burlando una y otra vez a los stoppers que les pusieron, Centurión y Córdoba. Y porque estuvo Lequi, un jugador de calidad en una defensa que sin él y Canals no la tenía, y que por eso es capaz de transmitir seguridad a sus compañeros. Quizás por eso, también ayer Loeschbor se pareció al defensor del que alguna vez Bauza veía como el más parecido a su estilo. El Patón remarcó sólo uno de los cambios producidos, esto es, que Central esta vez concretó cuando tuvo la chance, como en el segundo de Vespa tras rematar un rebote en un córner y disponer de todo el tiempo para acomodar su zurdazo en la red. Y si no fuera por los miedos de los que habló el técnico (ver página 6), y que tienen que ver con la inmadurez de equipo aún no muy convencido de poder sustentar un esquema táctico, el trámite debió resolverse sin complicaciones. Pero los auriazules regalaron espacios, titubearon en el gol de Rivero con la defensa a contrapierna en un centro atrás y debieron sufrir un buen rato, pero a diferencia de los partidos anteriores, desordenándose poco, otro de los cambios notorios respecto a los últimos compromisos. Y el grito de Pierucci, aprovechando un grosero error de Grosso y Centurión, le ahorró de probar si podía aguantar el resultado hasta el final. Central esperará ahora el partido con Huracán con una sonrisa de alivio, que no debiera servir para tapar las críticas, sino para potenciar fortalezas y continuar en la búsqueda de corregir las debilidades. Sólo así el triunfo de ayer será como volver a empezar.
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