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 jueves, 29 de noviembre de 2007  
Irán y el extremismo, temas de la cumbre palestino-israelí

Washington. — Detrás de la inesperada declaración conjunta, de los simbólicos apretones de manos y de la sorprendente visión de enemigos históricos sentados en una misma mesa, la conferencia palestino-israelí de Estados Unidos, tuvo un hilo conductor que condicionó su éxito: el temor a Irán y la necesidad de frenar al extremismo en Medio Oriente. Entrando ya en su último año de mandato, George W. Bush consiguió “la foto que todo presidente debe tener”, tal y como reflejó ayer toda la prensa estadounidense: como maestro de ceremonias del saludo entre los líderes palestino e israelí. Pero esta vez hubo algo diferente. “Fue la audiencia”.

En Annapolis estuvieron los más importantes países árabes de la zona, igual que en la cumbre de Madrid. Pero a diferencia de 1991, esta vez participaron plenamente, en lugar de ser meros observadores. Incluso Arabia Saudita y Siria, los dos países probablemente más hostiles con Israel, dieron muestras conciliadoras. “Los árabes no vinieron por su amor a los judíos o incluso los palestinos. Vinieron porque necesitan una alianza estratégica con Estados Unidos contra Irán”, citó un consejero de la delegación palestina.

Sibley Telhami, profesor de la universidad de Maryland, dijo que la mayoría de países árabes se quedaron “impactados cuando el grupo extremista Hamas tomó el mando en Gaza”. “Es el miedo a Irán (lo que los llevó a Annapolis). Todo el mundo necesita un pariente que lo proteja de Irán”, agregó el congresista demócrata Gary Ackerman.

Estados Unidos, sin embargo, no ocultó su satisfacción. El propio Bush en su discurso dio tres motivos para justificar que ahora era el momento adecuado para la cumbre, uno de las cuales apunta directamente a Irán: “Hay una batalla por el futuro de Medio Oriente y no debemos ceder la victoria a los extremistas”. Esos “extremistas” incluyen también a Hamas, el otro gran ausente junto a los iraníes de Annapolis. El beneficio para Bush, cuando la cuestión de Irak sigue aún completamente abierta, es doble. Resolver la cuestión palestino-israelí es el primero y obvio, pero el aislamiento del extremismo es el segundo y más encubierto. Annapolis es la llamada de atención de Bush al mundo sobre la amenaza iraní”, dijo un analista.

Pero no sólo los estadounidenses se mostraron encantados. Tampoco los palestinos presentes en Annapolis, que compiten con Hamas por el control de los territorios, ocultaron su entusiasmo. “Reconocemos que la ausencia de esperanza y una desesperación desbordante alimentarían el extremismo”, dijo en su discurso el presidente palestino, Mahmud Abbas.

Entre la coincidencia de intereses, sin embargo, los más beneficiados son los israelíes, quienes padecen la amenaza directa de Irán. De ahí que la más específica descripción del “pegamento” de Annapolis llegase de un diario israelí, Haaretz: “La formación de una coalición global contra Irán”.


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