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 jueves, 08 de noviembre de 2007  
Dios salve a la reina

Ricardo Luque / La Capital

Britney Spears es un éxito. No importa lo que haga. No importa si se llena la barriga con toneladas de muffins o maneja con su bebé en brazos y hablando por celular o se rapa su larga melena rubia a cero. Es así desde que saltó a la fama bailando al rimo de su primer megahit, “Baby One More Time”, vestida con un diminuto uniforme escolar. Aunque hace tiempo que dejó de ser la virgen más deseada del planeta, su vida, que no siempre es el cuento de hadas que soñaba cuando cantaba en “El show de Mickey Mouse”, sigue iluminada por los flashes de los paparazzi. Pasó de ser la princesita del pop a coronarse reina de los tabloides. No importa lo que haga. No importa si sube al escenario de los MTV mareada de tantos margaritas o su primer tema en cuatro años, “Gimme more”, explota en Youtube o “Blackout”, su nuevo disco, arranca de terapia intensiva al pop. El álbum, que grabó de la mano de Danja y los suecos Bloody & Avant, debutó en el número uno. Una sorpresa. Para todos menos para los que escucharon el disco. Melodías pegadizas, pulso dance, letras insinuantes. Un combo irresistible que en temas como “Radar” y “Freakout” machaca la cabeza con la fuerza salvaje de las discos de L.A. Que conmueve con pasión del melodrama en “Why Should I Be Sad”. Qué más se le puede pedir al pop. Qué más se le puede pedir a Britney. Nada. Que no termine la fiesta.
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