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 sábado, 03 de noviembre de 2007  
Música de violines en el Día de los Fieles Difuntos

El silencio sepulcral de El Salvador se interrumpió por el sonido del violín y el violonchelo. El cielo despejado y el concierto dieron un marco inusual en la conmemoración del Día de los Fieles Difuntos. “Me encantó la idea, le dije a mi mamá y a mi hermana que viniéramos porque mi papá estaría muy contento con esto. A él le gustaba la música clásica, además hoy (por ayer) es el segundo aniversario de su muerte”, confió Jorgelina Morilla, de 42 años, acompañada de su hermana Marina y su sobrino Renzo, de sólo tres. La familia se sentó en un banco cerca de las concertistas para escucharlas atentamente.

Las personas que acudieron por la mañana a El Salvador, con flores en sus manos, se toparon con las artistas vestidas de negro frente a sus atriles y a sus partituras. La mayoría de los visitantes se sorprendió, paró la marcha por unos minutos y siguió su camino. Las mujeres fueron las quienes se permitieron alguna lágrima.

“Es fantástico, felicito a quien tuvo la idea. ¿Esto lo van a hacer todos los días? Yo vengo siempre y la verdad es que me da mucha paz”, confió una señora, que pidió la reserva de su nombre. “Es un modo de recuperar la memoria, si no respetamos la única certeza que tenemos que es la muerte, nos convertimos en banales. En cambio, si tenemos conciencia de la finitud de la vida, cada gesto que tengamos será diferente”, agregó Dante Taparelli, organizador del acontecimiento

Las artistas Florencia Martimucci e Irmgard Münchgesanc ejecutaron sus instrumentos casi sin tomarse respiro. Münchgesanc, la violinista alemana y radicada en Rosario desde hace un mes, también se sorprendió. “La gente se sorprende y yo también; tocar en el cementerio me parece muy natural”, dijo la joven sonriente y en un castellano casi perfecto.

El buen clima, los cementerios El Salvador y La Piedad ordenados y prolijos, con sus parques cuidados, más el sonido de las cuerdas se aliaron para recibir a las personas que fueron a recordar a sus deudos. Fue un encuentro diferente, cargado de emoción y lejos de la imagen lúgubre de las necrópolis.
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Florencia e Irmgard pusieron acordes a un día tradicional.


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