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 domingo, 01 de julio de 2007  
Dudas por la muerte de un joven baleado en Cabín 9

María Laura Cicerchia / La Capital

“Si a mi hijo no lo ejecutaron ni le plantaron un arma, ¿qué sentido tenía un procedimiento tan irregular?”, interroga Antonio Chamorro cuando la causa por la muerte de su hijo Cristian a manos de la policía está a punto de ingresar a una instancia decisiva, que puede definir su continuidad o su cierre definitivo. El joven de 18 años murió en abril de 2004 en un supuesto enfrentamiento en Cabín 9. Un juez evaluó que el policía tiró en legítima defensa, pero ahora dos fiscales consideraron que el caso no está aclarado y apelaron ante la Cámara Penal, que deberá revisarlo.

   Por la muerte de Cristian Emanuel Chamorro estuvo imputado un agente que fue sobreseído por el juez de Instrucción Eduardo Suárez Romero, quien entendió acreditado que el chico perdió la vida en un tiroteo. En desacuerdo, los fiscales Ismael Manfrín y Danilo Imhoff plantearon que la medida es prematura y le pidieron a la Cámara Penal que la revierta para profundizar la investigación.



El intento. El operativo que culminó con la muerte del muchacho se inició con la denuncia de un delito que ni siquiera llegó a consumarse: el intento de robo a un quiosco. A las 9.15 del 24 de abril de 2004 un comerciante de Cabín 9 alertó a la subcomisaría 18ª que un joven había intentado asaltarlo, pero él se lo impidió al cerrar la ventana.

   Cinco efectivos fueron al lugar y se dividieron para la búsqueda. El agente Daniel S. aseguró que un vecino le entregó su bicicleta para que buscara al maleante. Así llegó a la esquina de El Chajá y Las Acacias, donde observó a un joven escondido tras un taxi y le gritó que soltara el arma: “Me acerqué al paragolpes trasero y por la luneta veía el brazo con el arma moviéndose”.

   Según el policía, el muchacho efectuó un disparo que él respondió con otros tres. Una bala policial agujereó la luneta, atravesó el parabrisas y perforó el capó. Suárez Romero evaluó que ese plomo luego hirió a Chamorro en la mano y en el abdomen hasta salir por el glúteo izquierdo. Severas lesiones vasculares y viscerales le provocaron la muerte en minutos.

   Los otros efectivos llegaron alertados por los disparos y lo “desarmaron” cuando agonizaba. Alegaron que el joven había sustraído del taxi un perfume, dados, llaves, destornilladores y el cimbel que según el acta estaban en el techo. Y reportaron el hallazgo de un revólver 32 largo en su poder. Pero sus familiares creen que el arma fue plantada para simular un tiroteo.

   Lo que cuenta Antonio Chamorro, integrante de los Padres del Dolor, es que su hijo volvió de bailar muy borracho y salió a comprar cigarrillos. Sus vecinos le contaron que caminó cinco cuadras por la calle, tambaleándose, que entró como perdido a una casa y que al salir de allí fue ultimado. Una actitud que no se condice con la de alguien que escapa de un ilícito.



Extraviado. En efecto, dos vecinas declararon que el joven estuvo media hora parado frente al lugar de la balacera, y que por su estado temieron que cayera a un pozo. Luego el pibe pasó hacia el patio de una casa “sin decir nada, acurrucado y con la mirada perdida”, según la dueña de la casa de Las Acacias al 100 a la que ingresó Chamorro antes del desenlace fatal.

   Enseguida el joven se fue y a los diez minutos la mujer escuchó cuatro disparos que le parecieron de una misma arma. “Al salir vi los tiros en el taxi, pero no las cosas que dicen que él había sacado. Unos policías le pegaban patadas. No le vi ningún arma”.

   En ese punto los testimonios son dispares. Uno de los relatos en el que Suárez Romero apuntaló su resolución es el de un vecino, padre de un policía, quien dijo que “el muchacho cayó con el arma en la mano”., aunque aseguró que arriba del taxi “no había nada”. Para la familia, eso refuerza la idea de que Chamorro no violentó el taxi. Otras cuatro personas dijeron que no había elementos sobre el auto.

   Para el juez, esos dichos no alcanzan para “desacreditar el acta”, a la que dio credibilidad. Consideró probado el enfrentamiento, entre otros elementos, porque el quiosquero “reconoció en el cadáver al autor del ilícito”. El 23 de abril sobreseyó al agente con la convicción de que actuó en legítima defensa.

   La medida fue dictada el mismo día en que el abogado de la familia, José Lanza, solicitó medidas (como la reconstrucción del hecho) que no se instrumentaron. Por eso plantearon su disconformidad ante la Cámara Penal.

   Quieren que se aclare cómo hizo el principal testigo para ver el hecho desde su casa, tal cual declaró, si vive a la vuelta del escenario de la balacera. También puntualizaron que el quiosquero reconoció a Chamorro “desde lejos”, que el revólver no tenía huellas digitales y que no se entiende por qué el revólver apareció a metros del cuerpo si, según el acta, el joven fue desarmado por los policías.


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