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 miércoles, 23 de mayo de 2007  
Reflexiones
Como las cuentas de un rosario

Por Viviana Della Siega (*)

Se suceden las muertes de las mujeres pobres porque una red de intereses, prejuicios, hipocresía e insensibilización ha decidido negarles el derecho a decidir sobre su propio cuerpo. Son otros los que toman las decisiones, son otros los que en un gesto de soberbia les ordenan seguir con el embarazo aún a riesgo de su vida.

Desde hace años el movimiento de mujeres lleva adelante la campaña por la legalización del aborto bajo una consigna clara y contundente que resume en sí misma lo que debería ser un un programa de gobierno en materia de salud sexual y reproductiva: educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir.

La educación sexual en las escuelas sigue esperando a pesar de que en nuestra provincia vio su sanción hace 15 años. La niña ya está en edad de merecer pero aún no ha recibido la formación que necesita y merece para ejercer su responsabilidad sin riesgos. El año pasado hubo una experiencia piloto que poco ha aportado a lo que se pretende que se lleve adelante con esta legislación.

Los anticonceptivos no llegan de la misma manera a todos los sectores, más aún, existen lugares donde llamativamente pareciera no haber demanda alguna.

Y, la interrupción del embarazo, en los casos no punibles, sigue siendo una materia donde los funcionarios parecen decididos a no aplicar la ley.

El reciente caso de Ana María Acevedo es una muestra de ello. Y así estamos, frente a una muerte que quizás se podría haber evitado. La pérdida de una vida joven, tres niños sin su madre. ¿Alguien estará preocupado dentro de un tiempo acerca de sus destinos?, ¿si pudieron seguir juntos o se desgajaron repartidos entre quienes se hicieron cargo de su crianza?

Una niña discapacitada es violada. Su madre comienza a peregrinar por efectores de salud provinciales. Cada día que pasa se desespera un poco más. No sabe cómo explicar a su hija por qué tiene vómitos y le duele la panza. No encuentra la forma de contener la agresividad que crece porque le han retirado la medicación debido al embarazo. Teme por la salud de su niñita. No entiende por qué le hablan de cuidar al feto por nacer y no se preocupan de velar por esta vida que está aquí, que tiene cara, nombre, que es una persona con todos sus derechos a pesar de su discapacidad. Y cuando ya cree que todo está resuelto, deciden enviar el caso a la Justicia. Y el juez responde como ya se le había advertido a los responsables de los servicios de salud. No corresponde a la justicia lo que es una decisión médica. Y así transcurre el tiempo en un tema en el que el correr de las horas es crucial.

Recuerda que hacia fines de 2005 otra madre también recorría los efectores Ωesta vez municipalesΩ en situación similar. En ese entonces la Secretaría de Salud municipal decidía dar intervención a la Justicia "porque la legislación no es muy clara" y porque "entiendo que ningún profesional quiere asumir riesgos" (Diario El Ciudadano, martes 27 de diciembre de 2005).

Casos similares han sucedido en distintos lugares del país y siempre, con alguna que otra variante, el comportamiento de las autoridades responden al mismo patrón.

¿Por qué necesitan los profesionales de la salud una orden judicial para cumplir lo que está "muy claro" en la legislación vigente?

"El aborto practicado por un médico diplomado con el consentimiento de la mujer encinta, no es punible: 1. Si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y si este peligro no puede ser evitado por otros medios: 2. Si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente. En este caso, el consentimiento de su representante legal deberá ser requerido para el aborto" (Artículo 86 del Código Penal).

¿Qué dudas caben ante la muerte de Ana María Acevedo que su vida estaba en peligro? ¿Qué dudas caben ante los dos casos de violación mencionados que se ajustaban al inciso 2?

¿Cuál es el razonamiento de quienes temen incurrir en el riesgo de proceder al cumplimiento de la ley? ¿No temen, por el contrario, que sea un riesgo no cumplir?

La encuesta realizada por el Movimiento de Mujeres Rosario (MAR), antes de las últimas elecciones de diputados nacionales, a los candidatos por la provincia de Santa Fe, da cuenta que en este tema no intervienen cuestiones partidarias, encontramos posturas a favor y en contra en miembros de distintas facciones políticas.

Allí tenemos a Binner, Castellani o Rubeo manifestándose en contra de la legalización del aborto, mientras que Sylvestre Begnis y Ausburger están a favor.

En el ámbito nacional nos encontramos con la paradoja que Diana Maffía, conocida feminista que encabeza la lista de Carrió ha bregado siempre por la despenalización mientras que su conductora (cada vez más identificada con la jerarquía católica) se pronuncia en contra.

La campaña realizada por el movimiento de mujeres, con la recolección de firmas, demuestra que ha aumentado notablemente la adhesión a la despenalización del aborto en los casos de violación de cualquier mujer. Y en este sentido ya hay fallos que consideran que el inciso 2 del 86 debe aplicarse a todas las mujeres sin necesidad de que se trate de una idiota o demente.

El debate se profundiza cuando se habla del derecho de las mujeres a decidir sobre su salud reproductiva, esto es, su posibilidad real de planificar cuántos hijos/as tener y cuándo tenerlos y también el no tenerlos.

Sin dudas, prevalecen resabios de una cultura patriarcal acostumbrada a disponer del cuerpo de las mujeres desde el Estado, la familia, las religiones. No olvidemos que hasta bien entrado el siglo las mujeres estaban condicionadas al pater de familia, ya fuera su padre o su esposo. Tenían restringidos los derechos sobre los bienes, debían obtener permiso para ejercer profesión o empleo (en el caso de estar casadas) y la patria potestad compartida recién se sanciona en 1985.

Podremos hablar de ciudadanía plena para las mujeres y de una democracia real para hombres y mujeres cuando éstas puedan disfrutar sin riesgos su sexualidad y se considere a la reproducción como una decisión personal asumida con responsabilidad y el deseo profundo de tener un hijo/a.

(*) Comunicadora social


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