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 sábado, 05 de mayo de 2007  
Hiperactividad: una advertencia sobre la medicalización de niños

Marcela Isaías / La Capital

"Tiene problemas de conducta, no se queda quieto” o “Vive desatento y es muy lento para aprender” son frases comunes de oír en el ámbito escolar. Sin embargo, lo común se vuelve peligroso cuando la forma elegida para calmar estas conductas de chicos y adolescentes es la medicación.

El fenómeno, que se ha extendido de manera indiscriminada en los últimos años, es más conocido por las siglas de ADD o ADHD, que provienen del inglés (Attention Deficit (Hyperactivity) Disorder) y en castellano significan “Trastorno por Déficit Atencional, con o sin Hiperactividad”.

A tal punto se ha vuelto preocupante esta especie de “epidemia” de chicos inquietos, que un buen número de especialistas de la salud y la educación acordaron llamar la atención sobre lo que definen “la medicalización de la infancia”. En el sitio www.forumadd.org.ar presentan el documento donde explicitan esta preocupación, junto a otros artículos de interés para educadores, padres y profesionales.

Pero además, para poner en debate el problema preparan para el 8 y 9 de junio próximo en Buenos Aires el simposio internacional “Niños desatentos e hiperactivos. La patologización de la infancia” (organizado por Novedades Educativas), al que los docentes son invitados principales a asistir.

Gabriela Dueñas es psicopedagoga, licenciada en educación y miembro del Centro Integral de Neurología de Buenos Aires, además de integrante del Equipo que impulsa este forum de debate sobre el ADD y simposio mundial. En diálogo con La Capital, muestra su preocupación por “la reedición de viejos discursos médico-biologistas que propician la entrada a la escena escolar de tratamientos correctivos con estimulantes”.

—Es común escuchar que cada vez “hay más niños desatentos en las aulas”. ¿Es así?

—Siempre hubo niños en la escuela que manifestaban dificultades para prestar atención. No obstante, estos problemas eran solucionados de algún modo, aunque sea, ignorándolos. Lo que surge como novedoso hoy es que estas dificultades parecen haber sufrido una doble transformación. Por un lado, da la impresión que se estuvieran propagando casi como una “epidemia” entre el alumnado de todas las escuelas y sectores sociales; al mismo tiempo que “se manifiestan al descubierto” generando en los docentes serias dificultades para garantizar un clima adecuado para el aprendizaje. Sin embargo, no son pocos los maestros que se vienen preguntando infructuosamente ¿cómo hacer para despertar el interés de estos niños? ¿qué hacer para motivarlos? ¿cómo lograr que permanezcan sentados y tranquilos en el aula durante bloques horarios de 80 minutos y jornadas escolares extendidas de hasta 8 horas? Tampoco han sido escasas las estrategias didácticas que arrimaron a las aulas distintos especialistas en educación. El problema se viene complejizando seriamente en los últimos años, con la reedición de viejos discursos médico-biologistas que propician la entrada a la escena escolar de tratamientos correctivos con estimulantes (del tipo de las anfetaminas) acompañados, en el mejor de los casos, de Programas Neurocognitivos de “Adiestramiento de la conducta” (en base a un sistema de “premios y castigos” al estilo de los que proponía Skinner).

—¿Qué preguntas debería formularse la escuela frente a esta situación?

—La escuela debiera preguntarse acerca de las razones por los cuales cada vez hay más niños en las aulas con problemas de atención, hiperactivos y con dificultades para cumplir consignas. O, mejor aún, ¿por qué los niños de hoy no debieran ser desatentos, hiperactivos y desobedientes?¿Existen acaso muchas razones como para que no lo sean? El trastorno ADHD tiene que ver básicamente con la dificultad para procesar y mediar adecuadamente la enorme magnitud de estímulos e impulsos que atraviesan permanentemente el campo de la percepción y de la acción de los individuos y de los grupos. Pero acaso, ¿estas “dificultades” no tienen que ver justamente con un estilo cognitivo de conducta, una manera de contactarse con el mundo y conocerlo, “producido” por la misma sociedad mediática y consumista en la que se encuentran inmersos los niños hoy? ¿Por qué suponer entonces que padecen de un “déficit de carácter genético o neurológico”? ¿Estaremos medicando una enfermedad en los niños que nosotros mismos como sociedad les estamos generando? La impaciencia por lograr resultados y el rápido abandono ante el fracaso; la distracción, la hiperactividad, la falta de escucha cuidadosa, el exceso de ruido ¿no son en todo caso evidencias de un “aprendizaje social exitoso” por parte de los chicos?

—¿Qué debe hacer un padre cuando desde la escuela le plantean: “Su hijo tiene problemas de atención”?

—Es importante que los padres también aborden el problema preguntándose en primer lugar ¿por qué su hijo está manifestando este tipo de dificultades? ¿qué nos estará queriendo decir? Recordemos que cuando un niño no se siente bien, no está cómodo, se encuentra confundido o solo o inseguro, lo suele manifestar a través de sus juegos, a través de conducta espontánea o de sus “inconductas”. La cuestión fundamental sobre la cual convendría que los adultos, no sólo sus padres, debamos detenernos a analizar, es quizás aquella que está a primera vista. Estos niños diagnosticados (o etiquetados) de ADD ¿de qué tipo de déficit de atención estarán padeciendo en realidad?¿de qué tipo de contención estarán careciendo que no pueden serenarse como para disponerse a aprender?

—¿Los adultos escuchan hoy a los niños?

—Creo que con frecuencia hoy, y porque estamos atrapados en un estilo de vida “hiperactivo”, los adultos contamos con pocas posibilidades de “prestarles atención” a nuestros niños y jóvenes: hijos, alumnos, pacientes. A propósito, el doctor Florencio Escardó tenía una frase que resulta muy pertinente: “Cuanto más escucho a los niños menos necesidad tengo de medicarlos”.
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Para la educadora Gabriela Dueñas, hoy los adultos les prestan poca atención a los pequeños.

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