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 martes, 27 de marzo de 2007  
Viajeros del tiempo
Rosario 1905/1910

Guillermo Zinni / La Capital

Los maridos tienen la culpa de todo: reflexiones de un viejo predicador. El famoso predicador inglés Bernardo Vaughan, dió en Londres una conferencia sobre el matrimonio a un gran número de damas en la iglesia de Margates. En ella, el padre Vaughan dijo: "El marido debe siempre hacer concesiones a su esposa por la divergencia de gustos, de carácter y de tradiciones. Debe ser siempre dulce y no intentar nunca poner un dique a la vertiginosa marea de palabras de su mujer. Debe dejarla hablar muchísimo y recordar que todas tienen una válvula de desahogo. Algunas se apasionan por la joyas y la moda, y no hay que negarles estos placeres para que se den cuenta del afecto que les tiene su esposo. Tampoco tienen que olvidar que las mujeres están siempre sedientas de simpatía como las flores por el agua y el sol, y de que si el marido no le ofrece ternura y comprensión habrá otros que se las vengan a ofrecer. ¿Y de quién será la culpa entonces? Yo siempre culpo de todas las desgracias matrimoniales al hombre, porque él es el que debe vencerse y proteger a su esposa. A las esposas les digo: el hombre es un cristiano, pero en ellos hay bastante de animal. También les digo que para cumplir bien su oficio deben procurar estar siempre elegantes, aun cuando estén solas con su marido, porque deben complacer a sus ojos. Además, si se visten siempre bien, no le causarán celos cuando se encuentren en sociedad rodeadas de otros hombres. Meditad esto un poquito: no seáis muy fáciles, pero tampoco les presentéis excusas de todo ni los hagáis esperar demasiado". Esto último produjo un murmullo de ligeras risas, y el predicador continuó: "Recuerden las esposas estas palabras: no regañen nunca, ni se burlen, ni le griten a sus maridos. Estos recursos femeninos logran conseguir lo que quieren, pero matan al amor. Ningún hombre necesita ser reprendido por su esposa y no hay nada que detesten más cordialmente".

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