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martes,
27 de
marzo de
2007 |
24 de marzo, Día de la Memoria
Si vamos a celebrar la memoria, hagámoslo hoy para que mañana no nos falte; para que la historia sea maestra y no víctima, pero fundamentalmente para recordar que más terrible y cobarde es ignorar la propia historia que no haberla tenido. Un futuro mejor es una frase hecha y rehecha millones de veces en tarjetas de salutaciones, en los discursos de los políticos, en la retórica religiosa, en los brindis, pero es sólo un deseo que aún debe construirse en la historia, hacerse pan de cada día, y no es gratis: cuesta memoria y dignidad. Si realmente fuéramos capaces de recordar no celebraríamos la memoria que es una facultad común a todos los seres humanos como el habla, la emoción y la razón. La celebramos porque por momentos sufrimos una amnesia de la que somos parte y silencio. Aquel 24 de marzo de 1976 decidimos no recordar el golpe de Onganía de sólo 10 años antes, ni el de Uriburu de 1930. Aquel 24 de marzo, que abriría las puertas del infierno para caminar sobre una alfombra de sangre, puede regresar y debilitarnos a fuerza de pobreza y opresión; por eso recordemos que memoria y futuro son los extremos de un mismo eje histórico. Y recordemos, con la dignidad del reconocimiento sincero, que no es cierto que lo peor de todo lo que ocurrió se ignoraba mientras sucedía, no es verdad que el que producía por su cuenta no entendió que lo estaban empobreciendo o el que recibía la plata dulce ignorara que esa era nada más que una ilusión, ni que nadie escuchó cuando destrozaban la casa del vecino al que dejaba de ver para siempre; nada de eso es cierto. Decirlo hoy es tan cobarde como haberlo callado ayer; no justifica nada y es mucho más creíble y honesto reconocer el miedo. No nos humillaron los militares, en realidad también nos prestamos a la humillación; no creímos totalmente las mentiras de los militares, lo cierto es que evitamos hablar de la verdad. Y lo más doloroso es que dentro de las numerosas causas de la crisis del autoritarismo, no tuvimos en verdad un protagonismo verdadero, sino cuando nos dieron permiso, con la honrosa salvedad de las Madres que aún buscan a sus hijos y de esos hijos que ya no están. Esa herida sigue abierta, y sólo a fuerza de memoria y de justicia podrá cerrarse.
Carlos Italiano, DNI 11.127.979
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