Siempre quejosos

Hace poco un lector escribió en esta sección sobre los siempre quejosos de nuestra querida tierra: de los que se quejan de las obras, de las maratones, de las leyes antipuchos, del autódromo... Y ponía un brillante argumento para contrarrestar esos reclamos: Rosario ya dejó de ser una villa de caseríos en medio de la pampa. Pareciera que esa carta surtió efecto porque por un tiempo ese tipo de textos con críticas destructivas y negativas no se se hicieron presentes en esta sección. Pero como es difícil cambiar la mentalidad de una sociedad, ese tipo de cartas volvieron a aparecer, quejándonos y creyendo poder opinar de todo. Como en la edición del 8 de noviembre pasado, donde un lector se queja por el traslado del monumento a Belgrano con total desconocimiento porque el diario se encarga de aclararle en la N. de la R. (nota de la redacción) que el mismo Instituto Belgraniano fue quien pidió dicha mudanza tal cual solicitaron los donantes de la obra. Así que, ¿de qué nos quejamos? ¿Por qué creemos tener siempre la razón? ¿Por qué los argentinos nunca estamos dispuestos a los cambios? Otro lector se sigue quejando por la ley antipucho, cuando en el mundo desarrollado se aprueban estas mismas normas. Pero claro, ¡si todavía no hemos aprendido a respetar las señales de tránsito, qué vamos a aceptar una ley antipucho! Y otro lector se queja del acceso inalámbrico a internet en la ciudad para usuarios de notebooks diciendo que hay otros “problemas” que atender. Tengo entendido que hay un ambicioso plan municipal para terminar con las zanjas en los barrios, calles de tierra, villas miserias y cada vez son más los centros de distrito. Con esa mentalidad chica seguiremos viviendo en ranchos de paja y a la sombra de un ombú. Y después queremos ser como EE.UU.

Marcelo Zeballos, DNI 21.523.463