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 domingo, 12 de noviembre de 2006  
Golfistas impresentables

Unos días atrás viaje desde Rosario a Asunción del Paraguay. En la Terminal de Omnibus, entre otras personas, también abordaron unos ocho golfistas, amateurs sin duda alguna y en promedio de 45 años. Seguramente viajaban a Asunción a participar de algunos de los torneos que suelen realizarse en allí. Ya de entrada, aún en Rosario y cuando el bus todavía no había terminado de estacionar en la dársena, arremetieron contra los que estaban esperando para subir su equipaje, sin importar que llevaran por delante a otras personas: ellos solo se querían asegurar que sus cosas tengan lugar en la bodega del bus. Una vez en ruta, el chofer les tuvo que pedir que se quedaran en sus asientos, lo cual hicieron no sin antes dejar escapar algunos “adjetivos”. De todas maneras durante casi todo el viaje hablaron a los gritos, sin cuidar el vocabulario frente a algunos niños y varias personas mayores, entre ellas mujeres, y mostrando su total falta de urbanidad hablando por teléfono móvil, a los gritos para variar, en plena madrugada. Estaban tan emocionalmente excitados que parecían alumnos de 5º año que viajaban a Bariloche. Parecía que era la primera vez que iban a hacer un viaje largo en grupo y lo demostraban. Otra más: en el control fronterizo un par de pasajeros tuvieron problemas con su documentación, y el chofer anunciando que había problemas con los papeles de dos pasajeros subió al bus a llamarlos por sus números de asiento: 26, 32. Y uno de los “golfistas” respondió: “Quiero vale cuatro”. A algunos les puede parecer ocurrente, gracioso, pero para las personas a las que llamaban, la situación era complicada, ya que esa clase de problemas implica pagar una multa muy alta o simplemente quedar varada en la frontera, sin poder cruzar y sin poder volver, al menos en forma inmediata. Una vez que llegamos a Asunción, uno de estos deportistas, el que me pareció que oficiaba de cómico del grupo divirtiendo a los demás (es decir, sólo a su grupo) con sus ocurrencias, hablando a los gritos, diciendo a veces frases (cortas y mal armadas) en inglés cada vez que podía (¿para qué?, no sé), increpó al maletero a bajar primero las pertenencias de ellos, que estaban en una bodega distinta. Si bien el paraguayo es tranquilo, está acostumbrado a tratar con esta clase de desubicados, e inmediatamente lo puso en su lugar. Lamentablemente, esta conducta “bien argentina” se ve en todos los lugares del mundo (¿por qué hay que demostrar que somos los más vivos y nos la sabemos toda?), y gracias a estos “embajadores” ya saben cómo recibirnos en otros países. Para terminar, el pico de vergüenza ajena lo tuve cuando dos chicas centroamericanas que están recorriendo el continente con sus mochilas a cuesta, al ver que yo miraba sin asombro, pero con atención, el espectáculo que daba esta gente, me preguntaron: “¿Todos los argentinos son así?”. Y le respondí con un contundente: “Gracias a Dios, no”.

Guillermo Acosta, DNI 21.528.512

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