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 lunes, 06 de noviembre de 2006  
Insólito periplo de un chofer desde Rosario hasta Casilda
Raptaron a un taxista y le robaron el auto
Un falso pasajero cambió varios destinos, encerró al conductor en el baúl y lo dejó maniatado en el campo

Eduardo Caniglia / La Capital

Ayer, el taxista Mario Almada seguía sin poder salir del asombro que le produjo el insólito hecho del que fue víctima. Por eso, todavía no puede dilucidar por qué el muchacho que el viernes a la noche se subió como pasajero a su auto, lo obligó a recorrer un largo periplo que incluyó varios puntos de la ciudad y terminó en un camino de tierra de Casilda, donde lo abandonó antes de huir en su vehículo. Sólo tenía dos presunciones: el ladrón le robó el vehículo para desguazarlo o para usarlo en el cometido de otro delito.

Almada trabaja como taxista desde hace 15 años y el del viernes es el segundo robo que sufre. El primero ocurrió poco tiempo después de que se iniciara en el oficio, cuando dos pibes a punta de pistola le robaron la recaudación en el cruce de Juan José Paso y Magallanes. Ahora, el atraco tuvo otra connotación: es que su trabajo como chofer es su único medio de vida y por eso necesita imperiosamente que aparezca el Fiat Siena que se llevó el ladrón.

La odisea de Almada se inició cerca de las 20.45 del viernes. A esa hora un muchacho "de tez blanca y pelo corto" se subió al Fiat Siena -dominio EXG291- en el que esperaba pasajeros frente a la terminal de ómnibus. El joven tenía un detalle que lo distinguía: un diente de plata en la parte superior de su dentadura. "Llevame a Pellegrini y Francia", le dijo al chofer.

En el trayecto, el taxista y el joven comenzaron a hablar sobre cuestiones triviales. Entonces el pasajero le dijo que había venido desde Casilda. Todo transcurrió con normalidad hasta que llegaron al destino indicado. En ese momento, el muchacho decidió prolongar el viaje.

Cuando el chofer ya atravesaba Ovidio Lagos, escuchó un sonido conocido. Así Almada supo que su acompañante estaba cargando una pistola automática. No tuvo tiempo de reaccionar. El caño del arma casi lastimó su cuello: "Quedate piola, no te va a pasar nada. A vos no te voy a robar", dijo casi con extrañeza el maleante.

Con la pistola en las costillas, Almada escuchó una nueva orden. El desconocido le indicó que lo llevara hasta la zona de los lavaderos, en Pellegrini al 4200. Allí, una vez más, el muchacho cambió su destino. "Ahora quiero ir a Casilda", gritó.

Entonces, el tachero se convirtió en un involuntario guía. Le explicó a su captor que debía tomar la autopista a Córdoba, luego por la A-012 y finalmente enfilar por la ruta 33 hacia Casilda. Cuando Almada ya estaba a unos 500 metros de la cabina de peaje de esta última ciudad, recibió una nueva intimidación. "Girá en U", le dijo el ladrón señalando un camino de tierra que conducía a un campo. El trabajador recorrió un kilómetro y se detuvo tras la orden del maleante. "Me tuve que bajar del auto y me obligó a meterme en el baúl".

Almada creyó que el periplo tendría un desenlace trágico, pero el asaltante lo tranquilizó con un curioso argumento: "Cuando termine el viaje, te voy a dar 10 pesos para que tengas dinero". A partir de ese momento, el ladrón quedó al mando del vehículo. Salió a la ruta nuevamente y atravesó la cabina de peaje pagando el canon correspondiente. Luego se introdujo en otro sendero de tierra, cercano al cementerio casildense.

En el paso siguiente, el delincuente aumentó el volumen de la radio del Fiat Siena y se contactó con su teléfono celular con una persona, pero Almada no pudo escuchar el diálogo desde su encierro en el baúl. Pocos segundos pasaron para que el auto se detuviera y el tachero fuera obligado a salir del baúl y a colocarse de espaldas. Ese "fue el momento más tenso", recordó el tachero, quien creyó que el muchacho "me mataba con la pistola". Pero el final tan temido no llegó. El desconocido lo obligó a saltar una zanja con desechos provenientes de un frigorífico y después acercarse a un poste de un alambrado que delimitaba un campo. Allí terminó sentado y atado al parante de madera, con sus muñecas y sus piernas inmovilizadas con precintos plásticos.

Antes de irse, el ladrón tuvo un gesto benevolente. "El tipo prendió un cigarrillo y me le puso en la boca", recordó Almada. Desde esa posición, el conductor contempló como el maleante desaparecía con rumbo desconocido a bordo del Fiat Siena. Después, con mucho esfuerzo, zafó de las ataduras y caminó hasta que pudo divisar una casa, desde la cual pudo denunciar el atraco a la Jefatura de la Unidad Regional IV, con asiento en Casilda. El sábado realizó el mismo trámite en la policía rosarina. Pero hasta anoche, los uniformados no habían localizado el taxi.
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Almada quiere recuperar el auto para volver a trabajar.



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