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 domingo, 17 de septiembre de 2006  
[En cartel]
Ninguna nostalgia, memoria
Un video documental sobre la Biblioteca Vigil acerca testimonios sobre el impacto cultural y político del proyecto

Lisy Smiles / La Capital

La cámara muestra un camino, un ingreso, una entrada. Es por el sector norte de la ciudad, esa puede ser una pista. La mirada es la de alguien foráneo que llega a un sitio para descubrir algo. Ese es el camino que los realizadores eligieron para iniciar el documental "Hombres de buena voluntad: La historia de la Vigil". Ese recorrido sigue por la ciudad hoy, con su gente, su movimiento, hasta que la cámara descubre el emblemático edificio de Alem y Gaboto, donde el sueño aquella vez se hizo realidad.

La narración es la de un documental clásico pero no por ello sin matices. En el comienzo, la cámara muestra a un grupo de hombres como encontrándose. El foco no es claro, luego los elige, los presenta. Ellos se muestran como viejos amigos, se hacen bromas. Recuerdan anécdotas que luego profundizarán. Son los portadores de la "buena voluntad", Rubén Naranjo (luego fallecido en 2005), Tomás Pedrido y Raúl Frutos.

Sus palabras comienzan a desgranar la historia que también se cuenta a través de imágenes fijas que documentan la creación de la vecinal de los barrios Tablada y Villa Manuelita. Corría el año 1944.

"Los anarquistas las impulsaron y las concretaron los comunistas", advierte Naranjo en el filme. Junto a Pedrido, comienzan a delinear el perfil de los fundadores y socios. Así, citan a Salvador Castro, un portugués que era carbonero y otro que era el lechero del barrio, que hacía de cobrador. Dos personajes que ellos presentan como clave para el desarrollo de la institución y cuyas características ayudan a explicar el alcance del proyecto. "Era gente que conocía la zona en detalle, entraban en la casa de cada vecino", dicen.

Surgida en septiembre de 1953 como una subcomisión dentro de la vecinal, la biblioteca tenía como tarea primordial conseguir libros y materiales que ayudaran a los chicos en la escuela. En 1959 organizan la primera rifa, algo inédito en su tipo, para obtener recursos. Los premios fueron creciendo y con ellos el apoyo de la comunidad. Se sorteaba desde una heladera Siam o un típico combinado hasta atractivas motocicletas o automóviles. Se convirtió en el motor económico del proyecto, llegaba el momento del crecimiento.


Una isla para los libros
La película trabaja fundamentalmente sobre dos planos. Imágenes fijas con una voz en off que precisa la historia de la bibioteca, y testimonios. Estos registros se complementan continuamente y rotan en el protagonismo. La mirada queda impactada por una imagen, o la atención se fija en una anécdota vertida en algún testimonio que, a la vez, se encarga de dar vida a las imágenes.

Ese doble juego parece unirse y surge entonces el relato emotivo, el que permite rastrear en la memoria y no sólo reconocer el logro de esos hombres de buena voluntad, sino también reconocer su valor y compromiso.

En 1959 la biblioteca se separa de la vecinal y recibe el nombre de Constancio C. Vigil por una encuesta que se realizó entre los vecinos. "No tenía nada que ver con editorial Atlántida pero es que por esa época había revistas muy populares que venían de ahí como El Gráfico", explica en el filme Raúl Frutos, ex vicepresidente de la biblioteca.

El diálogo fluye entre los convocados. Al que se suma el periodista y escritor Jorge Conti, quien trabajó en la edición de publicaciones de la editorial, creada en 1964. Sus intervenciones brindan detalles interesantes, hacen suponer que su tarea, quizá más alejada del trajín diario de Naranjo, Pedrido y Frutos, le permitió mirar desde otro lugar lo que ocurría. Hace como de un cronista, mientras, claro, brinda su testimonio.

Se entusiasma al recordar la producción que alcanzó la editorial (92 títulos, 16 colecciones). Para que se entienda la magnitud revela que Naranjo hasta pensaba en producir papel, pasta de celulosa, y que para eso se llegó a plantear la compra de terrenos en la isla para forestar.

La edición del documental pone en primer plano los relatos, rostros y gestos de estos hombres. Se supone que hay un entrevistador pero no aparece, elige no ser visto. Sólo al final del video se lo puede ver despidiéndose de los entrevistados. Se trata de Guillermo Dozo, que tuvo a su cargo la realización periodística y dirección del video.

Dozo es periodista y -al igual que sus compañeros de tareas en la película María Víttori y Alejandro Pérez- vive en Santa Fe. Conocía acerca de la Vigil por su experiencia propia y por su trabajo.

"De chico sabía de la Vigil, conocí algunos de sus libros; después por el trabajo estaba al tanto del reclamo por la recuperación, y pensé que era la posibilidad de hacer una nota para un programa de TV", explica en diálogo con Señales.

Por eso él y su equipo realizaron los contactos para concretar la entrevista. Eso, la entrevista, porque los testimonios de Naranjo, Pedrido y Frutos se lograron en un reportaje que se hizo "de un tirón". "Duró más o menos dos horas y media", detalla Dozo mientras recupera el "ambiente" logrado en el encuentro, sensación que los convenció en avanzar sobre la posibilidad de un documental.

Ese día también, era diciembre de 2004, miró algunos libros y descubrió en uno de los tomos de "En el aura del Sauce", de Juan L. Ortíz, a Jorge Conti que aparecía en el equipo que lo editó. Conti vive en Santa Fe y entonces fue incorporado como testigo de lo que se vivió en la Vigil.

El proyecto de realizar tan sólo un informe para TV avanzó hacia un documental que se grabó en video.


La memoria
Sin duda el testimonio es el plato fuerte de este documental, porque deja constancia una vez más de que la memoria es tenaz para con el olvido. Y en ese tono se inscriben tanto las palabras como las imágenes que se esparcen a lo largo de toda la película.

Los chicos en las aulas de sus escuelas, la construcción del edificio, el teatro, el observatorio, las publicidades que promovían las rifas. Pero también hay otras imágenes que no habían sido soñadas, esas que muestran los rostros de los interventores militares que llegaron para "liquidarla".

Entoces las palabras de estos hombres de buena voluntad se alejan de un relato nostálgico. Se huele a memoria, no hay olvidos. Ese es un mérito del documental, porque sus realizadores podrían haber elegido una mirada descriptiva, un relato histórico, sin más compromiso. Sin embargo, tanto los entrevistados como la propia estructura de la narración cuentan una historia que va sumando en densidad política. Las voces que antes hablaban del sueño hecho realidad se tornan más graves y empiezan a hablar de detenciones, destrucción de libros, usurpaciones de espacios. La pesadilla.

"Al que piensa y se defiende es difícil que lo lleven de las narices", advierte en el filme Carlos Taruseli, un ex alumno de la Vigil que, además de recordar anécdotas de la escuela, cuenta cómo encontró un libro de la biblioteca, con el sello en una de sus páginas, en una dependencia militar cuando estaba haciendo la colimba. "Casi me muero cuando lo vi ahí y se me acercó un oficial y me dijo: «No lea esto porque le hace pensar feo»".

Aparece también la actual directora del teatro Saulo Benavente, Gladys Temporelli, y su testimonio tiene un doble valor. Ella vivía a una cuadra de Alem y Gaboto. "Todos en el barrio sabían que los milicos practiban tiro con los animales embalsamados", recuerda no sin tristeza.

Una frase que escucharon estos hombres de buena voluntad resume el objetivo. "Si los negritos quieren tocar un piano, que se lo compren", y volver a escucharla en la película duele. Desmantelaron la Vigil.

Pero el retorno democrático, no fue el regreso a sus dueños. El sueño hecho trizas quedó en manos del Estado provincial. Frutos relata los múltiples reclamos por la devolución. "Ni Vernet, Reviglio o Reutemann nos atendieron -afirma- y Obeid plantea la donación, pero nosotros queremos sólo la devolución, queremos que se investigue lo ocurrido y se otorgue un resarcimiento", contesta.

Y otra vez el sueño. "Ese país no está más, ahora su objetivo debería ser integrar al excluído. Brindar capacitación laboral y también formación en cuanto crecimiento humano", se entusiasma Naranjo.

Entonces la cámara se aleja, se ve que están en la biblioteca, comienzan a despedirse, pero no se van, se alejan para seguir soñando.
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Recursos. La rifa de la Biblioteca Vigil sustentó un amplio proyecto cultural.

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