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 domingo, 17 de septiembre de 2006  
Panorama político
Fisgones, carpetas y videos

Mauricio Maronna / La Capital

Lo peor de la política reapareció en escena como un rayo inesperado, con forma de carpeta y olor fétido que convierte el clima de las altas esferas en irrespirable. "Los voy a destruir. Que muestren lo que quieran. Los voy a arrastrar por la Plaza de Mayo", se brotó Néstor Kirchner cuando promediaba la semana y la amenaza por el escarnio público contra Juan José Alvarez correteaba por los pasillos donde se filetea el poder.

La publicación del legajo del dos veces intendente de Hurlingham, y altísimo funcionario provincial, porteño y nacional en diversas etapas de la democracia tiene una matriz oscura, fisgona, impúdica, que refleja el nulo apego a la ley.

En efecto, la violación de la ley de Inteligencia constituye un nuevo episodio de la ausencia de apego al deber ser. Con su instalación en la portada de un diario oficialista se traspasó un código que solamente registra un antecedente: el de Gustavo Beliz, eyectado del poder por las internas de Palacio, mostrando en un programa de televisión la ficha del enigmático mandamás de la Side, Jaime Stiuso.

Aquella revelación del ministro del Interior aún le complica la vida. Tiene una causa abierta y se salvó del llamado a declaración indagatoria por un recurso de apelación en trámite.

Alvarez debió haber blanqueado cuando ingresó a la arena política su paso por el organismo de Inteligencia "en tareas administrativas" (desde 1981 hasta 1984). Para quien semblantee su estado de ánimo la conclusión no tarda en arribar: su futuro como dirigente político está terminado. Le pegaron debajo del cinturón y lo sacaron del ring.

¿Es inocente el Poder Ejecutivo de la buchoneada? Un riguroso libro de reciente aparición, escrito por el editor de Clarín Gerardo Young ("Side, la Argentina secreta") resulta revelador. "Para lo que guste mandar. Investigar secuestros extorsivos o crímenes resonantes. Preparar carpetas sobre rivales políticos o empresarios, monitorear a los medios de comunicación, infiltrarse en marchas de protesta, colocar micrófonos, intervenir correos electrónicos o controlar a su propio gabinete. Cuando Kirchner llegó al poder, la Side era lo que el presidente quisiera. Y lo siguió siendo, Quizá más que nunca", escribe el autor en una de las páginas del libro.

El miércoles, la Cámara de Diputados de la Nación era un hervidero. Algunos diputados del grupo El General, encabezados por Eduardo Camaño, tenían preparada una larga lista de funcionarios y legisladores del actual gobierno que cumplieron funciones en la dictadura. Un ataque de nervios sobrevoló por un momento determinados despachos del Congreso y rebotó en la Rosada, donde el presidente pronunció esa frase cargada de resentimiento y con un peligroso olor a revancha.

Mientras Remo Carlotto (hijo de Estela, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo) se preparaba para pedir informes sobre el caso Alvarez, varios legisladores kirchneristas tuvieron que intervenir para abortar la pretensión del diputado, sabedores de que la réplica vendría a puro carpetazo. Pero la amansadora llevó horas y horas.

"¿A éste, además del diploma de diputado le dieron el de boludo?", le preguntó, fuera de sí, una autoridad de la Cámara a un legislador por Santa Fe, que, impávido, contemplaba la escena.

"Estaban sacados, había un tufillo a fin de la historia, a ruptura de todos los códigos. Por suerte, al final, desde la misma presidencia de la Cámara le bajaron la orden de desensillar hasta que aclare", narró la fuente a La Capital.

Antes de ingresar al recinto, un diputado radical santacruceño mostró a algunos periodistas acreditados en la Cámara baja los legajos de Felisa Miceli y Alicia Kirchner (entre otros muchos nombres de legisladores nacionales y funcionarios), quienes formaron parte de la dictadura. "Esa lista es una bomba de tiempo, obviamente que el presidente se sacó (sic). Así como Alvarez quedó nominado, varios de esos hombres y mujeres también tendrán bolilla negra apenas trasciendan públicamente".

El acuerdo al que arribaron oficialistas y opositores (curiosamente hasta hace poco tiempo estaban codo a codo bajo el paraguas de Eduardo Duhalde) es un cese de hostilidades precario, que será violado apenas vuelva a aparecer otra operación política envuelta como para regalo en una nota que se autocalifique como "investigación especial".

Es más, hoy en los quioscos de todo el país la primera esquirla impacta de lleno en la figura del jefe de Gabinete, Alberto Fernández, apuntado como el padrino de todas las movidas para desacreditar opositores.

Un ex jefe de la Side (que no se identifica) acusó al ex menemista, ex duhaldista, ex cavallista y hoy principal espada del kirchnerismo de haber ido a buscar dinero sucio a la Side para la campaña presidencial de 2003. Se asegura en la nota de Noticias que el agente (ya relevado) dispondría del video que muestra a Fernández haciendo el reclamo.

"Cada uno debe hacerse responsable de lo que hizo en el pasado. Del pasado no hay que olvidarse; hay que recordarlo siempre para no repetirlo", había señalado en las últimas horas el funcionario, calificado precisamente por algunos pares del gobierno que no lo quieren bien como "El hombre sin pasado", el título de una película polaca que tiene como eje a una persona que aparece en las cercanías de una estación de trenes con una repentina pérdida de la memoria.

El diputado nacional por Santa Fe invita a este diario a conocer detalles de cómo se está viviendo en la pulpa del poder este tiempo fétido, repugnante y con mal pronóstico. "Ahora para hacer alguna reunión importante tenemos que meternos en un bar de mala muerte alejado del Congreso o en algún hotel con capacidad a tope de turistas extranjeros. No sé si por paranoia o qué, pero nos han alertado de que las escuchas están a full y que los agentes de la Side andan haciendo trabajos de calle todo el tiempo. Sí, coincido con usted en que es una locura, pero hay mucho loco suelto tratando de ganarse los favores del poder".

De acuerdo a lo que pudo saber este diario, el presidente se siente víctima y no victimario del inicio de la escalada. "El informe de una revista sobre su enriquecimiento personal durante la dictadura, quedándose con viviendas de morosos, y la revelación de que el Gordo (por Luis D'Elía) filmó a Raúl Portal a pedido de Estela Carlotto le hace creer que se vienen cosas más pesadas. Por eso la furibunda embestida contra Juanjo que, además, es un tipo extraño hasta para sus aliados de El General", relata la fuente ante el asombro de su interlocutor.

Lo que hicieron con el ex funcionario de Duhalde, Felipe Solá y Aníbal Ibarra (entre tantos) sería una especie de cabecera de playa que, por ahora, no tocó al eje de los desvelos kirchneristas: Roberto Lavagna. "Si se meten con el Pálido habrá tantas carpetas dando vueltas que será imposible distinguir qué es carne podrida y qué es verdad. Pero lo peor no viene del lado de los antecedentes en la dictadura...", sugiere, ahora sí enigmática, la fuente.

Como si se tratara de un programa de chimentos de la media tarde, habría filmaciones y seguimientos registrados sobre la vida privada de altísimos dirigentes de la escena nacional. Dicen que los videos y el libro de Luciano Garbellano (el garganta profunda que desnudó apenas una parte del jolgorio que se vivía en el ya mítico Spartacus) quedarán catalogados como "dibujos animados" en comparación con las cintas que están guardadas en algún reservorio destinado al peor de los espionajes.

Mientras todo esto sucede, la oposición sigue viviendo en una nube, incapaz de descifrar lo peligroso que resulta hacer política con fisgones tratando de enterarse de lo que sucede debajo de las sábanas. ¿Qué hace la comisión bicameral de seguimiento de los organismos de inteligencia? Nada.

El único que pareció entender la gravedad de los hechos fue el fiscal Carlos Stornelli, quien no trepidó en sostener que algún funcionario le dio cobertura a la Side para que el legajo de Alvarez esté ahora al alcance de cualquiera.

Apenas la primera batalla de una guerra sucia. Y la última corroboración de que la política argentina es un mar revuelto, infestado de tiburones que solamente buscan sangre.


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Roberto Lavagna, Alberto Fernández y Néstor Kirchner.

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