Un millón de miradas

Rosario respira fútbol y tiene los cinco sentidos puestos en el Mundial de Alemania

Lucas Vitantonio / Ovación Mundial

Rosario ya late al ritmo del Mundial. En la última semana la ciudad comenzó a palpitar la máxima cita deportiva y los colores celeste y blanco ganaron la calle. Los vendedores ambulantes ofrecen banderas, gorros, bufandas y camisetas en los principales puntos de encuentro. Los bares y restaurantes disponen de pantallas gigantes y los mozos lucen uniforme albiceleste. Las vidrieras de los comercios están embanderadas y hasta la ropa interior tiene los tonos de la selección nacional. Todo refiere al Mundial, sin distinción de edad, sexo ni especie: incluso las veterinarias exhiben abrigos para mascotas.

  Ayer la gente estuvo pendiente, dentro de sus posibilidades, de la ceremonia inaugural y los partidos de apertura. Muchos cortaron la rutina laboral y se sentaron pasado el mediodía a la mesa de un bar para ver el puntapié inicial entre Alemania y Costa Rica.

  Claro que la fiebre mundialista alcanzará hoy su máxima temperatura cuando el equipo de José Pekerman debute ante Costa de Marfil.

  Rosario posará su millón de miradas en la ciudad alemana de Hamburgo, sede del primer encuentro del equipo de José. Sólo un trámite de fuerza mayor hará que algún habitante se anime a poner los pies en la calle a la hora del juego.

  Potenciado con respecto al último Mundial y con el horario de los partidos como aliado, los bares y restaurantes fueron los que mejor se acondicionaron para seguir por televisión las alternativas del torneo.

  El menú propone pantallas gigantes, monitores de plasma individuales para las mesas, proyectores de última generación y hasta sonido envolvente. La máxima tecnología disponible está al servicio de la pelota y sus caprichos.

  La ciudad cuna de la bandera hace otra vez honor a su nombre y los colores celeste y blanco decoran cada esquina. La ilusión mundialista está en marcha y está bárbaro que la gente se sienta protagonista de la máxima cita deportiva. Es la única vez que leprosos y canallas van a gritar el mismo gol.

Una moza luce la camiseta argentina mientras lleva un pedido.