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 domingo, 04 de junio de 2006  
[Rescates]
La civilización como topadora
Un predio ubicado en Baradero alberga un cementerio indígena que data del 1600. Ya llí intentan construir una playa de estacionamiento

Lisy Smiles / La Capital

Dicen que se ubicaban en las orillas de ríos, arroyos y riachos. Que eran polígamos, algunos organizados en matriarcados. No eran atropófagos, pero sí crueles. No tomaban prisioneros, los mataban. Como no debían entregar a la tierra nada que se pudriera, usaban los hormigueros para que sólo quedaran los huesos. Entonces los enterraban. Eran los chanás. Hernando Arias de Saavedra (Hernandarias) los conoció y descubrió a un grupo de ellos en un lugar donde solían vararse los barcos. Allí, en 1615, mandó a fundar Santiago del Varadero (luego Baradero, por esas picardías del habla), donde se instaló una reducción indígena bajo la custodia de una misión de franciscanos. Esto es lo que cuentan las crónicas históricas y también que no fue fácil en los inicios. Hubo epidemias y hambrunas, según se pudo detectar en los restos encontrados en un cementerio indígena, descubierto en 1911. Ese predio es hoy escenario de disputas, ya que fue vendido y el nuevo dueño quiso ingresar con máquinas para construir una playa de estacionamiento de camiones.

En agosto de 2005, un grupo de vecinos logró frenar las excavadoras formando un escudo humano. Mientras, el vendedor (un por entonces funcionario municipal) y el comprador se miraron extrañados. "En Baradero todo el mundo conoce que ahí está el cementerio indígena, nadie puede decir que no sabían", advierten algunos de los participantes de aquella epopeya.

Los nuevos dueños argumentan que compraron de buena fe, que la escribanía interviniente tomó los recaudos respectivos y que tanto desde la provincia de Buenos Aires como desde el Concejo Municipal de Baradero se indicó que no había restricciones.

El accionar de quienes decidieron defender el predio hizo cambiar voluntades. Entonces aparecieron especialistas o no tanto, funcionarios y legisladores, hasta que el propio gobernador de la provincia de Buenos Aires, Felipe Solá, prometió, televisión de por medio, que se le daría un subsidio al municipio para que compre el predio. Era octubre del año pasado. Pero no se supo nada más.


Una paz entre comillas
"Nosotros somos pacíficos -dice Marinés Bernardi, desde la empresa de transporte que adquirió el predio- y acá estamos esperando. Todo lo que propusimos, lo rechazaron. Prometieron la compra, pero nunca más se supo nada".

El terreno, que ocupa media manzana, fue comprado en 130 mil pesos y ese es el monto que los Bernardi esperan recuperar. El vendedor era por el entonces secretario de Gobierno de Baradero, Gabriel Descalzo, un dato que algunos marcan con resentimiento.

Marinés Bernardi dice que la operación se hizo normalmente, que a Descalzo no le recriminan nada, aunque entiende que haya gente que lo critique por la venta que hizo. Ella no niega la importancia del sitio, pero dice que no recuerda que alguien se ocupara del terreno hasta que ellos intentaron construir la playa de estacionamiento.

"Te aclaro, esto es un baldío, nunca se hizo nada, y tampoco se va a hacer", comenta desafiante.

Es que para la empresa el lugar es ideal para instalar una playa de estacionamiento para sus camiones que, en su mayoría, transportan los productos que elabora la fábrica que está enfrente: una refinería de maíz. "A nosotros también nos apretan para que no transitemos por la ciudad, y este lugar es bárbaro", se queja Marinés.

Asegura que no le teme a los muertos, que creer en eso no es bueno, y asegura: "Lo que sí, nadie me va a enterrar ahí".

Mientras, funcionarios del área de Cultura del municipio y vecinos siguen alertas porque temen que el tema haya caído en el olvido.

De acuerdo a estudios históricos, cuando se fundó Baradero la reducción indígena estaba compuesta por 250 integrantes. Quedó enmarcada como encomienda real, una institución colonial que implicaba una contraprestación por parte del encomendero (una orden religiosa en este caso). Debía lograr que los indígenas trabajen y cumplir con la obligación de alimentarlos, vestirlos y evangelizarlos. "Fue un mecanismo de dominación implacable y condujo a la desestructuración y desmembramiento de los grupos indígenas", advierte Virginia Pineau, en un trabajo sobre el patrimonio arqueológico de Baradero.

Es que el régimen impuesto en las reducciones impactó de lleno en la forma de vida de los indígenas (cambios en el consumo, alimentación, producción tecnológica, entre otros). Esto pudo comprobarse, y por ende construirse como relato histórico de Baradero, gracias a los restos esqueletarios hallados justamente en el predio en cuestión.

El arqueólogo Salvador Debenedetti fue quien relevó los hallazgos. Era 1910 cuando recibió una comunicación de los por entonces dueños del terreno que habían encontrado restos óseos humanos mientras araban.

Al año siguiente, Debenedetti en persona estaba en Baradero dirigiendo las tareas de recuperación de 14 enterratorios, tres de ellos colectivos. Ocho de ellos estaban acompañados de ajuares (aros, cinturones, collares). Por los materiales encontrados en esos ajuares, como cuentas de vidrio o aleaciones de metal, Debenedetti estimó que el cementerio correspondía al período hispano-indígena, o sea la primera mitad del siglo XVII.

Todo lo referido a adornos corporales está expuesto en el Museo Juan Lavalle de Baradero y los restos esqueletarios están en el Museo Etnográfico Nacional de Buenos Aires.


Por la preservación
Desde las primeras excavaciones distintos grupos de arqueólogos han trabajado en la zona, y si bien se supo que ya no queda mucho por descubrir, "la idea es preservar el sitio", señala Jorge Romero, director de Cultura municipal.

Romero, un aficionado a la arqueología y a temas históricos, aún se muestra indignado ante lo ocurrido. "Fue increíble. Ver las excavadoras entrando ahí, si no fuera por el accionar de los vecinos ese día, ahora el lugar sería una flamante playa de estacionamientos para camiones", se indigna y para ejemplificar dice: "Ese lugar nunca se había tocado, a nadie se le ocurriría, es como si en Rosario lotearan el Monumento a la Bandera".

La idea que se maneja desde Cultura municipal es instalar allí un museo de sitio, incluso trasladar el Juan Lavalle (donde se exhiben algunas de las piezas halladas) y "armar como un parque temático, convocar a artesanos, poner en valor el lugar y explotarlo en lo turístico", se entusiasma Romero.

Pero nada, el silencio se extiende más allá de las fronteras del disputado camposanto.
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Encanto. Baradero cuenta con ríos que históricamente la hicieron atractiva.

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