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 domingo, 04 de junio de 2006  
Para beber: vinicultura británica

Gabriela Gasparini

Cuando hablamos de Gran Bretaña y los vinos, siempre nos referimos a ese país como uno de los compradores más importantes a nivel mundial. Pero qué sabemos de su rol como elaboradora de caldos, prácticamente nada. Y sí, no sólo los toma, también los hace, y cada vez mejor. Aunque suene raro, hace siglos que en las islas se producen vinos. Por ejemplo, sus espumosos son tan buenos como más de un francés, y de hecho en los últimos años han sido merecedores de varios premios internacionales. Es más, dicen las malas lenguas que podría haber sido en esas tierras donde nació el burbujeante trago, y para reafirmar los dichos se basan en documentos archivados en la Royal Society desde 1662, en los que consta que un inglés llamado Christopher Merret no sólo describió cómo producir vino espumante sino que también contó cómo se bebía y disfrutaba en Londres de aquel "alegre, brioso y chispeante vino", y eso más de treinta años antes de que en Francia se produjera la primera botella y casi 70 antes de que se estableciera la bodega más antigua de Champagne, ¿será realmente así? Creer o reventar.

Antes de comentar algo sobre el origen de su industria es necesario aclarar, como siempre, que según las fuentes varían las teorías. Una sostiene que ya antes de la llegada de los romanos el vino corría por esas tierras, a partir de que fueron encontradas ánforas con sedimentos que así lo corroboraron. Otra asegura que no, que se debe a esos invasores que hayan adquirido la costumbre de beber nuestro querido jugo de uvas fermentado, y que antes se dedicaban con fruición a la ingesta de cerveza. Cualquiera de las dos muestran que la cosa viene de lejos.

En 1951 se llega a lo que se conoce como el revival de la industria vitivinícola inglesa y galesa, las dos zonas donde se concentran la mayoría de las plantaciones. Partícipes de este renacer, tres personajes hicieron su aporte en la década anterior: Ray Barrington Brock, Edward Hyams y George Ordish. Ellos probaron con cientos de cepas traídas de todos los puntos imaginables con la intención de dar con las que más se adaptaran al suelo y al clima, y llevaron adelante experimentos a nivel de producción para mejorar los resultados que se obtenían en ese momento. Sería largo enumerar las castas que se usan para vinificar, ya que a las más conocidas se suma una larga lista proveniente en su mayoría de Alemania con nombres como Schönburger, Dornfelder, Huxelrebe, o Kerner.

Otro que dio lo suyo fue el general sir Guy Salisbury Jones que sembró en la década del •50, en Hampshire, lo que se considera el primer viñedo comercial británico desde la Edad Media. Quienes lo siguieron no lo hicieron con la eficacia necesaria. Según se afirma en la Enciclopedia Oxford del Vino, dirigida por la conocida Jancis Robinson, los pioneros del siglo XX "eran en su mayoría jubilados de buena familia con poca experiencia en viticultura y enología", y fue esa falta de profesionalismo la que hizo sucumbir a los vinos británicos. Ahora, con la ayuda que provee una temperatura más cálida, cambio climático mediante y con una nueva generación al mando, la vitivinicultura no sólo es emprendida por nativos conocedores y dueños de la mejor tecnología, sino que ni lerdos ni perezosos, ya los franceses cruzaron el canal para encarar allí nuevos proyectos, convencidos de que la similitud de las tierras les proporcionará tantas satisfacciones como en sus terroirs a un precio bastante más conveniente.

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